En estas horas, el juez de la Corte Suprema, Eugenio Zaffaroni, hizo un chiste sobre las drogas. “Si producimos (droga), nos vamos a ahorrar divisas”. Luego, un poco más serio, señaló: “En cocaína no podemos ser país de producción, podemos ser de marihuana, porque se planta en cualquier lado, hasta en los balcones”. Esto estuvo en boca del alto magistrado. Lo de alto va por el nivel en que se encuentra, fuera de distancia, en cuanto a los conceptos que debería tener en un problema que acosa a la sociedad toda, menos a él que parece se encuentra a otra altura de los tristes acontecimientos ligados a la drogadicción, el narcotráfico y las consecuencias letales para el común de la gente.
Tampoco a la altura de la circunstancia estuvo el juez de la Corte, cuándo en el año 2011 se conoció que era propietario de 6 departamentos donde se violó la ley de profilaxis y la ley de trata de personas y se sometió a explotación sexual a mujeres de nacionalidad extranjera, por lo que también habría incumplido con la legislación sobre Inmigración. Es decir, dinero obtenido por la prostitución, llegaron a sus manos. “Serlo y parecerlo” en una situación que pasó por si lo sabía o no lo sabía. Saber o no saber, esa era la cuestión y en ambas situaciones lo descubierto amerita, para cualquier autoridad, un serio mea culpa y quizás irse a su propio departamento o vivienda. No pasó tal cosa. Siguió ocupando su sillón convertido en ascensor, lo que lo alejó de la realidad y el ejemplo.
Por si fuera poco. En el transcurso de este año el programa de TV, La Cornisa mostró videos, de agosto de 2009, en el Congreso de la Nación, en los que Zaffaroni aparece despotricando en una Conferencia Latinoamericana sobre drogas (otra vez la droga), contra miembros de la organización “Madres contra el paco”, quienes lo increparon cuando iba a empezar a hablar. “¿No hay ninguna autoridad que (las) saque? Por dos o tres histéricas no se puede alterar el orden de un evento”, gritó Zaffaroni.
Con seguridad se le puede indicar al doctor Eugenio Zaffaroni, que efectivamente (y en esto tiene toda la razón) y sin signos de interrogación de por medio que “no hay ninguna autoridad”.
Sebastián Boyé