Arte y Cultura, Cine

Viajes a ninguna parte

Irregularidades. Son con las que se encuentra el cronista a la hora de las películas del Festival.

Por Cristian Ariel Mangini
www.fancinema.com.ar

Fue un día donde pudieron verse algunos ejercicios estéticos que se conjugan en tramas donde el sexo y la muerte aparecen emparentados, acaso como dos caras de la misma moneda, destinados a resultar complementarios. De como esta resuelta esta cuestión en los films de la competencia internacional es otra historia, a pesar de que hay detalles visuales o actorales que no se pueden pasar por alto con facilidad. Por otro lado, hubo espacio para ver un clásico incluido en la retrospectiva de Iván Zulueta y un doble programa de la sección Estados Alterados.

Por decirlo de una manera sencilla, hay tantas virtudes como decepciones dentro de los mismos films. Arranquemos con Chassis, de Adolfo Borinaga Alix Jr. En un blanco y negro impecable, donde se aprecia una fotografía que deja encuadres inolvidables como el último plano en el que veremos a la hija de la protagonista, Nora, y una cámara al hombro que mantiene una proximidad asfixiante con los personajes, se desarrolla una historia cuyo guión calculado nos dejara un sabor amargo. No por esa cuota de neorrealismo en esa pequeña población marginal de un estacionamiento, ni por la relación que Nora tiene con su hija, siempre sostenida con bellos planos largos o por la presencia del sexo como un elemento de opresión pero también vitalidad, sino por como el desenlace va a obligar a que repensemos a la película en su absoluta integridad. Porque si antes perdonábamos la poca naturalidad que dispara obviedades metafóricas (como las alas de ángel) o el hecho de que se condensen elementos que van martirizando a la protagonista, entonces nada se compara con el desenlace. Hay que aclarar que es consecuente con el guión y que incluso, podemos pensar la ausencia/presencia del sexo en el encuadre como un elemento de peso narrativo para el final, pero el giro de un golpe bajo y un cambio de registro a planos cortos cada vez más implacables y desoladores no ayudan a que pensemos que todo esto es forzado. No se da con la misma naturalidad que la primera parte del film y el elemento de shock no fluye con la misma coherencia que en, por ejemplo, un film de Reygadas. Es una decepción, principalmente porque se ve un trabajo exhaustivo que hereda lo mejor del cine filipino contemporáneo.

Luego fue solo cuestión de comer algo rápido para ver una de esas películas que tienen en un integrante de Fancinema el más firme apoyo, incluso antes de que se supiera que estaba en la programación del festival. Fantasma de culto, joya española y reflexión sobre el cine eran algunas de las frases que sobrevolaban al mencionar el clásico de Iván Zulueta. Bueno, también quede arrebatado.

Arrebato de Iván Zulueta es una de las más inteligentes y conscientes reflexiones sobre el cine, pero no lo hace desde un lugar donde toma distancia con la historia que cuenta desde sus personajes. Al contrario, sus personajes revuelan por cada plano con la firmeza de lo cotidiano, manteniendo un tono que va del drama al más profundo thriller psicológico, logrando que imagen y tiempo se conjuguen para dar una historia de vampiros y vampirismo tan genuina y sutil como el cuento “El almohadón de plumas” de Horacio Quiroga. Es una reflexión sobre las obsesiones del artista, pero también sobre la pérdida del universo infantil como el disparador de una esencia creativa que no vuelve, salvo en esos momentos en los que un arrebato nos puede devolver temporalmente a aquel lugar “más allá del espejo”, por parafrasear al personaje de Pedro. Sin embargo no es solo eso. Arrebato tiene varios niveles de lectura que se reparten entre viajes lisérgicos y una obra de terror dentro del mismo film que termina de cerrar la alegoría que resulta sin lugar a dudas autobiográfica –después de todo, tanto José como Pedro son directores de cine-. Es un film donde el montaje y el extrañamiento que provoca por momentos arroja un vértigo que la hacen una experiencia caótica y saludablemente indescifrable: después de todo, lo que menos necesita un arrebato es una explicación. Aún si algunas subtramas parecen torpes en su inclusión, se trata de toda una experiencia. Además, pueden ver a una joven Cecilia Roth en un papel donde luce el talento actoral que luego terminaría por confirmarse.

Ahora bien, luego de un breve descanso me dirigí al Ambassador para ver Silent souls, de Alexei Fedorchenko, una película que predispone desde su sinopsis a que vayamos con un almohadón bajo el brazo. Esta bien, eso suena un poco rudo, pero frases como “reflexiones de la vida” suelen ser sinónimos de un cine aburrido. Desconfíen de un film que tenga esa frasecita en la sinopsis. La cuestión es que, al mismo tiempo que se jugaba el River-Boca había una cola enorme que hablaba de un inusitado éxito por parte del cine ruso –además de hacer que se demorara media hora la proyección-. La gente se detenía a preguntar que sucedía y algunos especulaban que adentro de la sala se estaba viendo el partido (?). Esta reacción fue tan curiosa como otra charla en el patio de comidas del Shopping Los Gallegos, donde un grupo de mujeres, entre infidelidades, pareja y futuras carreras que serían redituables (¿Doctor o licenciado?) arrojaban que el centro “estaba lleno de gente rara”. En fin, vamos a lo nuestro.

Silent Souls es un film potente en su concepción de la imagen, aún si por momentos ésta resulta una búsqueda visual televisiva más que cinematográfica. Se sostiene como la documentación de un ritual que se incorpora a una historia pequeña, casi anecdótica, que permite que nos acerquemos tanto a la muerte como a la vida desde una perspectiva que nos resultará exótica en un comienzo, pero que gradualmente desarrollará un enfoque dramático donde aparecen la muerte y el sexo, uniendo a dos personajes en una búsqueda por recuperar algo que se sabe inevitablemente perdido. Por momentos intensa y por otros un cliché, la película tiene un cierre cuestionable pero que fluye con mas naturalidad que, por ejemplo, Chassis, en parte porque el desarrollo de los personajes tiene en sus acciones, flashbacks y contexto una construcción sólida que se sostiene hasta el final.

Finalmente se vio un programa  al cuál llegue medio tarde debido a los problemas de horario en la función de Silent Souls. Por lo tanto hablaré de lo que vi en la sección de Estados Alterados. Primero el corto Les Barbares, de Jean-Gabriel Periot, un film que con un montaje fragmentario construido en base a documentos de sonido e imagen logra rebalsar expresivamente su connotación hacia las consecuencias de la guerra, dentro de un sin sentido constante que adquiere uniformidad en los rostros que registra como una marca indeleble del horror. Con Madman´s Dictionary seré breve. Se trata de un documental que reflexiona sobre la locura como un estado que es trasladado a la sociedad actual y las consecuencias del daño ecológico, bélico y humano como parte de ese estado general de locura, relativizando el concepto a toda a sociedad como un hecho cultural más que biológico. Muertes, mutaciones, desaparición de flora y fauna, desastres ecológicos, etc…El film incita a la culpa más que a la reflexión, a la lectura llana en caliente a la genuina energía para buscar un cambio, a una moral de la redención antes que de la superación, concatenando todos los desastres habidos y por haber en el mundo con una búsqueda godardiana en el montaje que dista de la genialidad del humor del francés. Aquí aburre en pocos minutos porque sabemos como termina el ciclo que empieza en la cabeza del hombre: en el hombre. Poco interesante y menos inteligente o shockeante de lo que parece creerse, el film navega entre el pastiche político y la mediocridad cinematográfica. Evítenla a toda costa.

Hoy será el día de De caravana, de Rosendo Ruíz, y de The fourth portrait, de Mong-Hong Chung, títulos que a priori prometen más. Veremos si esta expectativa no se diluye.

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