Por Mex Faliero y Cristian Ariel Mangini
“¿Sabés que tenían de comer?”, preguntó uno. “Empanadas”, gritó el otro. “Sí, tres empanadas”, fue la afirmación final. Este diálogo suena de algún lado. Ah, no, empanadas, noble masa nativa rellena con lo que le parezca y cerrada con algo llamado repulgue -cosa que para nosotros no existe más allá de las empanadas-. Bueno, a falta de fiestas con gran descorche la apertura del 24º Festival Internacional de Cine estuvo regada por unas empanaditas servidas ahí nomás en el foyer del Teatro Auditórium. Empanadas, símbolo marplatense de la austeridad.
Podríamos hacer una crónica profesional y nombrar cada lugar común de la ceremonia. Pero no, nos resulta imposible hablar del comienzo del Festival sin hacer mención a las desprolijidades que se evidenciaron desde el vamos: estos cronistas se quedaron sin credencial, como muchos otros, por diversos problemas. Esperemos que hoy las cosas cambien y se nos habilite a participar activamente. Desde ya, la primera mancha negra de una organización que parece estar involucrada en algo más grande de lo que puede hacerse cargo. Por suerte, siempre la labor de las voluntarias de la sala de prensa para tapar el bache que haga falta: aunque este año sean sólo cuatro personas.
El comienzo del Festival, realmente, convocó al bostezo. Usted imagínese la poca relevancia que tuvo esta apertura que ni Daniel Scioli se hizo presente. Trate de contar con los dedos de una mano las ceremonias a las que Scioli pegó el faltazo en esta ciudad: imposible. En su reemplazo estuvo el titular del Instituto Cultural de la provincia, Juan Carlos D’Amico. El, junto al presidente del Festival José Martínez Suárez y al intendente Gustavo Pulti fueron quienes participaron de los discursos.
Destaquemos que todo se retrasó aproximadamente una hora y que fue realmente caótico. Pregunta lícita que se hará usted: ¿cómo saben esto? Digamos que siempre hay quien no asiste a la apertura y te cede un pase. Muchas gracias.
A la hora de los discursos, D’Amico continuó cierta pose lastimera: por la crisis se “pudo haber perdido el Festival de Cine”, dijo. Lo cierto es que el presupuesto de este año es similar al de 2008 aunque, claro, por la devaluación de nuestra moneda los costos aumentan. El titular del Instituto Cultural le entregó el premio José Hernández a Juan José Campanella (presidente del jurado) en un gesto que busca reconfortar la experiencia cinematográfica con aquello que es exitoso.
Posteriormente se le otorgó un reconocimiento a Martínez Suárez, quien con su tono habitual aseguró que “prefiero las críticas a los elogios” y recordó una frase que siempre tiene a mano: “las estrellas de este Festival van a ser las películas”. Eso, para negar que la reducción presupuestaria y de materiales repercuta negativamente en la muestra. Ya que hablamos de Martínez Suárez, dicen que su llegada a la ciudad no fue muy cálida ayer: discutió fuertemente sobre cuestiones organizativas con autoridades de Cultura municipal.
Finalmente Pulti, como llegado de otro planeta o tal vez de una película de Frank Capra, aseguró tener un “ánimo celebratorio” porque el Festival “este año tiene un sabor más particular que otros” y allí resaltó la participación de la Municipalidad en la organización. Y anunció que habrá “récords de público”. Lo paradójico es que posteriormente se proyectó la película de apertura titulada Un hombre serio (cuyo comentario pueden leer en texto aparte).
Decididamente los funcionarios o están en un lugar intermedio entre la realidad y la ficción, o están obligados a vender optimismo. Vaya uno a saber. Lo cierto es que el desgano observado en esta ceremonia ayudó para dejar en evidencia el fracaso de este tipo de encuentros y su total inutilidad. Que lo que importan son las películas: “no voy a decir nada, no quiero retrasar más la proyección”, como dijo Martínez Suárez cuando se le pidió que hable como titular del Festival.
Es lo que hay
La labor del comentarista de cine en un Festival básicamente se limita a ver películas. Y como primer día, fue moderado. Entre todo lo administrativo que tiene el hecho de confirmar una acreditación y la bronca que genera el saberse sin la misma finalmente la jornada se va entre trámites, reproches, esperas y resignaciones. Sobre el contexto, podemos decir que estas primeras horas mostraron una moderación: sin grandes colas, pero con un movimiento constante en las salas. En este sentido, el debut de la experiencia del 3D con Up y Bolt se llevó buena parte de la atención.
Entre el caos general, el visionado de Coming attractions: the history of the movie trailer terminó por ser un momento iluminado del día. Sin ser un gran documental, de hecho es bastante rutinario, Michael Shapiro y Jeff Werner analizan la estructura histórica del trailer, los denominados “avances” de las películas, y sus cambios conceptuales a lo largo de todo el Siglo XX. Válido además por su material de archivo (es un placer ver los trailers de El ciudadano o de Psicosis), Coming attractions acepta al reconocer que esto puede ser un arte y, además, que está emparentado directamente con la publicidad. En la disputa entre ambos lenguajes, surge el valor de este trabajo.
Ver un documental sobre trailers justo antes de comenzar las maratónicas sesiones del Festival de Cine es un acto de autoconciencia asumido. Ya que hablamos de documentales, tuvo buena recepción Food Inc., de Robert Kenner, una obra que habla sobre la industria alimenticia en Estados Unidos y que, según recomendaciones, no es conveniente mirar si uno quiere ir luego a comer algo por ahí.
Si todo marcha bien, y conseguimos las credenciales, en la segunda jornada estaremos viendo más cine. De hecho, comienza la Competencia Oficial con dos de los filmes que generan más expectativas: por un lado Madre, del director de The host, uno de los nombres considerados del actual cine asiático; por el otro, Vikingo, con la que se espera para ver si José Campusano reafirma lo bueno y pule lo malo de la polémica Vil romance, que el año pasado compitió en el marco de este mismo Festival.
Finalmente un buen programa para hoy puede ser comenzar viendo Moon, de Duncan Jones, y admirar esa atmósfera de ciencia ficción algo asfixiante, para luego descomprimir y delirar con la asiática Castaway on the moon. Atención con Nanayo de Naomi Kawase; el documental Nightmares in white, red and blue; y las comedias True adolescents y Visioneers.
Antes de despedirnos, le prendemos una vela a la santa patrona de las impresoras de credenciales para que todo salga bien y podamos, alegremente, vagar de sala en sala totalmente despreocupados. Y si sobró alguna empanada, para nosotros de pollo.