Cuando nos hablan de supervivencia y crisis pensamos inmediatamente en un cine social que refleja conflictos de familias, de trabajadores, de clases bajas. ¿Qué pasa cuando este asunto es trasladado a un contexto artístico? Cuando la supervivencia es de un arte y la crisis es la de la cultura, avasallada por el pensamiento capitalista. Algunas respuestas estarán en el documental El último aplauso.
Proyectada en el último Festival Internacional de Mar del Plata, la obra de Germán Kral se verá este miércoles a las 18 en la sala Astor Piazzolla del Teatro Auditórium (Boulevard Marítimo 2280), en el marco del ciclo de Nuevo cine argentino. Esta propuesta es por demás interesante porque sirve para conocer en qué están los nuevos directores de la cinematografía nacional.
En El último aplauso se cuenta la historia de un grupo de veteranos fanáticos del tango que se enfrentan al cierre de El Chino, un famoso bar de Pompeya que simbolizaba la vieja tradición del tango. Este espacio, cumbre de una cultura urbana y ciudadana, totalmente en ruinas es una referencia inmediata de una generación que parece haber pasado sus épocas de mayor plenitud.
Alrededor de este bar, Kral habla de los tangueros, de estos especialmente, quienes resisten al paso del tiempo y sobreviven como pueden, manteniendo sus viejas tradiciones vinculadas con la danza y el canto. Para quienes se suban arriba del escenario, tal vez esta será la última posibilidad de recibir ese combustible fundamental del artista: el aplauso.
Lejos del glamour o del tango for export, El último aplauso es una mirada a lo que pasa con algunas expresiones por fuera del fenómeno del mercado: hay otros cantantes, otros bailarines que los que se promocionan, pero están en otro espacio, uno no habitado por el marketing y la promoción. El director pone el foco en ese lugar para que se conozcan nuevas historias.