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Tandil: algo nuevo y lo clásico

0726_varias_g4Junto a los tradicionales circuitos serranos, la ciudad inquieta de la piedra movediza incursiona en la ruta de los embutidos y los paseos por Villa Onena, el Lago y Gardey.

Cuando uno dice Tandil, dice piedra movediza, monte Calvario, cerro Centinela. Sin embargo, esta ciudad serrana, a 370 kilómetros de Buenos Aires, desarrolló paseos nuevos. Uno de ellos es el circuito del salame y el queso. Se trata de una ruta turística cuyo recorrido incluye veinte casas de venta de productos regionales, en las que se hacen degustaciones y, conversando con sus dueños, se aprenden secretos sobre la producción de embutidos.

Epoca de Quesos (San Martín y 14 de Julio) es una parada obligada: es una antigua casona de 1860 que, además de ofrecer 25 variedades de quesos, está empapada de historia. Decorada con reliquias y objetos antiguos, esta construcción de paredes de adobe pertenecía a Miguel Santamaría, un personaje clave en los orígenes de la ciudad, el único que por 1800 transportaba personas y mercadería en el recorrido Tandil-Buenos Aires. Syquet, en la esquina de Rodríguez y Mitre, es la primera cantina de jamones crudos del país, donde se controla la temperatura y humedad ideales para que los jamones atraviesen una maduración lenta de 12 meses de estacionamiento.

El Boliche de Noli, una antigua pulpería ubicada en Don Bosco y Francia, Puesto Chico  (Constitución 298), o el parador de El Centinela son otras excelentes opciones. Después, nada mejor que la actividad física. El Paseo de los Pioneros se disfruta más a pie o en bicicleta. Rumbo al cerro El Mate, se topará con manantiales, miradores y espacios para el descanso. El recorrido continúa por  el Parque de la Industria y el Comercio y cierra en el Mercado Artesanal.

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