Es una masa densa, viscosa y aireada, que se adhiere a la piel
Lucca emerge del mar y se planta erguido como un superhéroe, con los puños cerrados y los brazos flexionados para destacar sus bíceps, perdidos como toda su piel debajo de tanta espuma. Un disfraz natural de cabeza a pies, pegajoso y espeso. Algo incómodo, pero tan divertido como para volver a sumergirse y renovarlo. Así, una y otra vez.
Con la lluvia que acecha, en una playa desolada, la atracción pasa por esta imagen fenomenal que se repite en distintos puntos de la costa marplatense, con olas que en su último esfuerzo sobre la orilla se convierten en una masa viscosa, densa y aireada. Un colchón de hasta medio metro de altura que se adhiere a la piel y se vuelve difícil de retirar, salvo con agua o un buen esfuerzo con toallas.
Especialistas consultados por LA NACION dejaron en claro que se trata de un fenómeno natural que involucra materia orgánica derivada de algas marinas, que se concentra en la costa y por acción de las olas se convierte en espuma.
“Cuando crecen muchas algas de una especie que en su interior tiene este tipo de sustancias tensioactivas, se rompen por efecto de las olas y sucede lo que en un lavarropas con jabón: hay movimiento, entra aire y se forma espuma”, explicó de manera sencilla la licenciada en química Nora Montoya, jefa del Programa de Química Marina y Mareas Rojas del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (Inidep).
Buena aclaración para Lucca y sus hermanas, Serena y Catalina, que son de la ciudad de Buenos Aires y se adueñaron del frente de playa que corresponde al balneario 6 de Punta Mogotes para convertirlo en una experiencia lúdica inolvidable. Solo se les ven los ojos entre tanta espuma con consistencia de claras batidas a nieve y casi tan pegajosa como un merengue.
“Se te pega, hace como burbujitas y en la piel te genera como cosquillitas”, dice la mayor, que se zambulle a la par de sus hermanos en medio de esa suerte de esponja que sobrevive durante horas si el agua no la toca o la cubre.
Raúl, guardavidas en ese sector, está a resguardo en lo alto de su tarima, mientras los postes que la sostienen se bañan con esta sustancia que asomó por aquí hace ya algunos días. “Se da por momentos, aparece a la mañana y por la tarde ya no está”, dijo a LA NACION.
Montoya detalló que en Mar del Plata advirtieron este fenómeno la semana pasada en algunos puntos. Y desde ayer se amplió la presencia desde la zona céntrica hacia el sur, con mayor supervivencia en las bahías.
Explicó que en el mar hay fitoplancton, que está compuesto por algas microscópicas que son la producción primaria de la cadena trófica en ese ecosistema. Algunas, en determinados momentos del año y con particulares condiciones, forman manchas.
“Claro que pudo haber influido la condición climática reciente, con altas temperaturas que se reflejaron también en el mar”, destacó la especialista sobre el récord que el agua tuvo este verano en estas playas, con marcas de hasta 24,3 grados la semana pasada, el pico máximo de los últimos ocho años.
Para que se forme esta espuma, aclaró, debe intervenir materia orgánica que algunas de las especies tienen en su interior. Dijo que en estos casos “son proteínas, lípidos o carbohidratos que tienen capacidad sulfatante, como un detergente”.
En inicios de esta temporada hubo otras expresiones en la costa derivadas de grupos de algas. Montoya recordó un trabajo que hicieron a principios de diciembre último en Villa Gesell, donde se advirtieron manchas color café derivadas de una diatomea que no es tóxica y también genera espuma.
A fines del mismo mes acudieron por una situación similar en el frente norte de Mar del Plata, cerca del emisario submarino. Y la semana pasada también se advirtió una especie de noctiluca. ”Son pedacitos que tiene capacidad de ser bioluminescente. Da fosforescencia y se advierte un poco más durante las noches”, describió.
La profesional recordó que hay especies de algas que son tóxicas, aunque este no es el caso. Citó experiencias en Estados Unidos, especies que afectan por inhalación. También advirtió que, por el cambio climático, empiezan a aparecer por la costa argentina algunas variantes que son propias del sur de Brasil o Uruguay.
Especialista en temas de marea roja, recordó que el riesgo para los humanos frente a algunas algas tóxicas está sobre todo en el consumo de bivalvos que no tienen los correspondientes controles sanitarios. “Siempre insistimos con el pedido de no recoger bivalvos en la costa porque eso sí puede ser un peligro para la salud”, indicó.