Por Mex Faliero
Vuelve este fin de semana a la Sala Payró del Teatro Auditórium (Boulevard Marítimo 2280) la obra Soñar en Boedo, que se presentó durante todo el verano en ese mismo espacio. Las funciones serán de jueves a sábado, siempre a las 21 con los protagónicos de Rubén Stella y Mimí Ardú.
Dirigida por Julio Baccaro, completan el elenco Esteban Prol, Ignacio Toselli, María Oswald, Miguel Spera y Vilma Sagrario (que ingresa en reemplazo de Haydee Padilla), la obra cuenta los problemas que traen a una familia la aparición de una herencia. En este caso se trata de una típica familia de clase media trabajadora.
El texto de Alicia Muñoz es una relectura del clásico costumbrismo argentino, donde lo que se pone en juego es la moral y la ética de una forma de ser, de una construcción cultural. Apelando tanto a la comedia como al drama, se siguen las instancias de este grupo familiar roto, pero más roto aún por el ingreso de lo impensado.
Como ha sucedido en la historia de este tipo de teatro (con un representante tan fuerte como Made in Lanús), el elemento disruptivo es el dinero o, al menos, la promesa de una vida mejor. Y se entiende como vida mejor a un corrimiento de las penurias de la clase trabajadora: el límite es, siempre, llegar a fin de mes.
En ese territorio, Soñar en Boedo trabaja con herramientas nobles durante la mayor parte del relato, sobre todo sostenido por la actuación de Rubén Stella, que hace creíble algunos giros no del todo logrados de su personaje. En la última parte, cierto corrimiento hacia el grotesco no le hacen bien al texto de Muñoz.
No obstante la obra de Baccaro conoce al público al que va destinada, construye más o menos acertadamente los sentimientos con los que juega (no se excede en sentimentalismos) y, tal vez con el defecto de no ser ni demasiado cómica ni demasiado dramática, llega con su conclusión a buen puerto.
Que uno le puede criticar ciertos anacronismos y que respira un aire setentista, que atrasa un poco, pero tampoco le puede achacar demasiadas cosas cuando, se nota, está hecha desde la honestidad intelectual. Un producto, que con sus fallas, no deja de ser atendible.