Por Mex Faliero y Cristian Mangini
En un día donde la Competencia Oficial tuvo dos buenas películas, nuevamente un tema se impuso en la jornada festivalera del martes así como el lunes habíamos combinado películas que tenían a la luna como referencia geográfica y sentimental. Casi sin querer, Ricky y Away we go hablan de lo mismo: ser padres y afrontar lo que haya que afrontar. Obvio, lo hacen desde dos registros tan diferentes como pueden ser los de François Ozon y Sam Mendes. Y resultan interesantes.
En el primero de los casos estamos ante un film que comienza con un riguroso registro social, al acercarse a la vida de Katie (Alexandra Lamy), una mujer que trabaja en una fábrica, y su relación con Paco (Sergi López). Ambos se conocen, se relacionan y terminan teniendo un hijo y viviendo bajo el mismo techo. Sin embargo, en un giro imprevisible el pequeño crío se irá revelando como una verdadera sorpresa.
Así como Ozon pega un volantazo singular en su carrera con esta película, el film contiene otro film avanzada su primera mitad. Y allí aparecen elementos fantásticos, mucho de humor negro y algo de lunatismo que se aleja del cine social que había practicado en un comienzo. Es una apuesta riesgosa, que evade cualquier miedo a caer en el ridículo. Detrás de esos elementos sobresalen apuntes sobre la responsabilidad de ser padres, las pérdidas y las culpas que ellas acarrean. Hay dolor, hay reconfirmaciones, hay renacimientos en un film donde los símbolos no son evidentes porque son resonancias de lo cotidiano.
Desde un registro totalmente diferente, Away we go habla también de ser padres, por más que sus protagonistas recién estén en pleno embarazo. John Krasinski y Maya Rudolph, en dos actuaciones consagratorias, son esa pareja que viaja por gran parte de los Estados Unidos con el objetivo de hallar el lugar donde establecerse y criar a la hija que viene en camino.
Si bien el film puede ser visto como una comedia menor y simpática, crece por un motivo en especial: el director es el mismo de Belleza americana y Casi un sueño, dos películas que hicieron del cinismo, el patetismo y el miserabilismo su norte. Aquí Sam Mendes parece retomar esas mañas con la serie de personajes que se cruzan Krasinski y Rudolph, sin embargo la nobleza de ambos termina por evacuar cualquier posibilidad de cinismo. Hasta se podría decir que Away we go y su falta de pretensiones es la negación de los anteriores films del director. Y todo eso se debe, obviamente, a la presencia de Kransiski, que es el comediante más sensible y honesto que ha dado los Estados Unidos en los últimos años.
En otro orden de cosas, se destaca Un prophete dirigida por Jacques Audiard, quien construye una pequeña joya scorsesiana con un trabajo estético minucioso dentro de una estructura de género, con un trabajo actoral sobresaliente. Una demostración de que el cine francés es junto al norteamericano, el que mejor sabe trabajar los géneros. Sin contar el asiático, obvio.
Dentro de un Festival que fluye de manera bastante pacífica hay que resaltar lamentablemente lo que pasó con la proyección de Alexander the last en el Ambassador. Se generó un retraso de más de 30 minutos debido a que hubo un supuesto error en la impresión de los tickets y hubo que cambiar de sala a los espectadores. Varios optaron por irse sin ver nada.
Tres películas habrá hoy en Competencia Oficial, se trata de Room and a Half; la griega Dogtooth de Yorgos Lanthimos; y Letters to Father Jacob. Parece ser una jornada tranquila en ese sentido, más luego de haberse visto The time that remains la que para algunos es la mejor película de la sección. El film de Elía Suleiman, por ahora, estaría peleando el Astor con la coreana Mother. Igual estamos a mitad de recorrido y queda mucho por ver: el miércoles parece un buen día para terminarlo a los tiros mirando Accident.