Los secuestros virtuales se registran en el país a un ritmo de 700 casos por semana, y se calcula que, por cada hecho en el que logran quebrar a las víctimas, las bandas delictivas recaudan unos 6 milpesos, entre dinero y elementos de valor.
Los expertos sostienen que son exitosos para los malvivientes alrededor del 10 por ciento de los llamados, y que en el último tiempo, para reforzar la tenebrosa modalidad, incorporaron a “lloronas” o “aulladores”, que simulan sufrir golpes y torturas en el falso cautiverio.
La cantidad de casos es la que estima la justicia de manera aproximada, ya que muchos casos no llegan a denunciarse porque no se consuman. “Nueve de cada diez son en grado de tentativa. Es decir, los delincuentes realizan las llamadas y no logran nada. Pero ese margen del diez por ciento les alcanza para recaudar dinero”, dijo a Diario Popular el licenciado Luis Vicat, licenciado en Seguridad Pública.
Un caso fallido, pero angustiante. El jueves al mediodía, Cristian recibió un llamado en su casa de la localidad bonaerense de Gerli. “Papá, me tienen secuestrado. Me quieren matar. Hacé lo que te pidan”, escuchó apenas atendió. Luego, un llanto desesperado y de inmediato la voz de un hombre serio: “Tengo a tu hijo secuestrado. Quiero plata, todo lo que tengas. Le voy a reventar los ojos con un sacacorchos“.
La dramática situación se extendió por varios minutos. Es que uno de los hijos de Cristian justamente no estaba en su casa en ese momento. “Mientras esta persona me amenazaba, me pedía plata, yo escuchaba llantos y gritos de fondo. Para mí era mi hijo. Me decía que no llame a la policía, y me preguntaba cuánto valía la vida de mi hijo. Como tiempo atrás le habían robado a mi hijo y me llamaron para avisarme, creí todo el relato. Por suerte mi esposa, desde otro teléfono lo llamó y ahí confirmamos que estaba en perfecto estado”, contó Cristian.
Para Vicat, “son tantos los hechos bajo esta modalidad que casi todos conocemos a alguien que padeció esto, al menos con hechos que afortunadamente sólo fueron llamados extorsivos que no llegaron al final, al objetivo de las bandas, que es cobrar los rescates, porque la gente pudo evitar que la controlen con el terror”.
“La realidad es que quien recibe el llamado va dando las respuestas, inducido por el presunto negociador. Todo esto se acompaña con los aulladores o lloronas, que son cómplices actuando del presunto familiar raptado. Así hacen la simulación de la tortura. Y con esto logran el quiebre emocional”, dijo Vicat.
Cristian, en tanto, relató que “mientras más se extendía la negociación, el hombre se ponía aún más sanguinario y violento”, agregando que “pasados varios días, y aunque resultó un hecho fallido, todos en la familia quedamos con miedo”.
El especialista Vicat, en ese sentido, señaló que la mayoría de las llamadas se realizan en horas de la madrugada, y el factor que aprovechan las bandas es que alguien de la familia esté fuera del hogar. “Los elementos utilizados son la sorpresa de la llamada, en horarios que no son habituales para las comunicaciones; el temor que generan en el interlocutor cuando aparece la figura del familia presuntamente secuestrado; y la rapidez, porque la negociación intentan que se desarrolle a toda velocidad, para evitar que la víctima piense o reaccione”, explicó el experto.
“Fue de las peores experiencias de mi vida. Insisto, para mí el que lloraba y gritaba era mi hijo. Por suerte no estaba solo y tuvimos la oportunidad de confirmar que era todo falso”, cerró Cristian.
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