Días pasados, en un conocido bar de Perla Norte, se llevó a cabo la presentación del libro “Tangos Reales” -editorial Gogol-, del querido compositor, pianista, ex director del Teatro Colón, ex secretario de Cultura, director musical del Coro Soles y codirector de La Corte de los Milagros, junto con Virginia Ceratto, ganador de numerosos premios, Luis Reales, quien falleciera reciente y prematuramente el pasado 5 de diciembre.
Con la organización de la actriz Ana Juárez, el acontecimiento reunió a familiares, amigos y público en general.
En la ocasión, Karina Levine interpretó un clásico del dúo que formaran con el artista: “De tripas corazón”, y también interpretó un tema de Astor Giselle Castro Paz, asimismo hablaron y leyeron textos del libro de Reales, la propia Juárez, Ricardo Arriagada, Mario Corradini y Virginia Ceratto, quien también prologó el libro con las palabras que se transcriben a continuación:
“Mi querido Luis
Hace años, Fernet y queso con melón de por medio, revisamos estos cuentos en casa. Vos explicabas alguna referencia que no hacía falta: se sostenían solos. Como si Borges tuviera que explicar qué era un malevo a sus lectores japoneses.
O si vos tuvieras que explicarle a cualquiera que Arriagada es un apellido no casual, o si Cachi García Reig hubiera tenido que explicar que su Rengo de ‘Los días de miércoles’ sos vos.
Eran, son, cuentos que podían transitar cualquier lectura invictos.
Mucha noche, mucho tango y desvarío, mucha mina y cachetazos de última hora, mucho de tu padre, los amigos, mucha calle y mucho barrio. Mucha literatura imbricada, naturalmente, porque fuiste música y letra. Letra de todo tipo. Porque como en los cuentos y las canciones, fuiste mucha palabra, de palabra, de esa que ya apenas se consigue, y fuiste y sos mucho tipo. Mucha tipa, muchx tipx.
Mil en uno.
No te simplificaste en un piano. En todo caso, usaste en la vida cada cuerda de mil pianos para trans mutar la vida en multiverso. Sin versos. Sin chamuyo. A tu modo.
Tengo una corazonada
no me va a ganar la muerte
No me va a ganar la muerte… escribís. Ni el aburrimiento, agrego. Y no.
Cuentos casi todos breves, alguno más largo, que se recorren al amparo de tu genialidad como laberintos en los que al final, un giro nos hace saltar, no salir, saltar, hacia arriba. Más alto.
Podría decir que acá hay vientos de Oneti, Borges y hasta Baudelaire. De Baricco que tanto te gustaba y que andarás recomendando por allá, donde quiera que allá sea. Tal vez, también, no sé si importa.
Este libro con ese personaje Rosales, que sos también vos, en tu imaginación o vaya a saber una -que creí conocerte tanto pero que siempre me sorprendiste, hasta el artilugio elemental de un final que nunca será- a la vuelta de qué esquina, no rosada, es, será para los nuevos lectores, un hallazgo en forma de tesoro que decidiste convidar como el vino en ese funeral que fue una fiesta, que no termina. Porque hasta en el personaje varón, músico y perdedor perfumado de trasnoches que nunca interrumpe el jabón blanco, hay una ternura que sabe ganar sonrisas.
La ternura tuya que logró que un accidente casi de chiste te permitiera escribir esa canción en la que te resbalás con todas las bananas. Hipérbole que solamente un genio hace que entre en nuestra imaginación.
No era suficiente una vida, vos te sumaste, con esta escritura, las otras seis que tiene un gato. Y se agradece. Ya lo vaticinaste, con ese algo de brujo que nos supiste ofrecer:
El diablo me anda rondando
y me susurra al oído:
el ángel se ha emborrachado
¿por qué no venís conmigo?
Hay tres duendes bailarines
que andan buscando pelea
no tengo más oraciones
que sea lo que Dios quiera.
Y Dios, si existe, abandonó los dados, se resignó a hacer lo que a vos se te antoje.
Y yo me quedo así, como en el poema de Hamlet Lima Quintana, que parece escrito para vos… Hay gente que con sólo abrir la boca (o tocar, o cantar, o escribir) llega hasta todos los límites del alma, alimenta una flor, inventa sueños, hace cantar el vino en las tinajas y se queda después, como si nada. Y uno se va de novio con la vida desterrando una muerte solitaria.
Eso quisiste para todos.
Y no te fuiste. Y desterraste la muerte, sola, o acompañada.
No sé de qué lado estarás, si lo que está más allá es binario, y aborrecías lo binario, pero si hay cielo y hay averno, cumpliste lo que te pidió el Negro, tu padre:
-Hijo… si te vas al infierno… que no sea por boludo.
¡Enhorabuena!