En aquella Copa América de Chile el que ocupaba por entonces el cargo que ahora el ostenta, también era un exfutbolista surgido en Newell’s Old Boys como Gerardo Martino, quien en una de las tantas charlas íntimas que solía tener con los periodistas que realizaban la cobertura de la selección, advirtió que “si no hay un recambio generacional urgente, va a costar mucho clasificarse al Mundial de Qatar”.
El “Tata” estaba dispuesto a llevar adelante esa empresa de renovación con más fuerza después de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, impulsándola con varios jugadores que iban a participar de ese certamen, pero un mes antes de viajar a Brasil terminó renunciando porque no le cedían ninguno de esos jugadores que él tenía en mente.
El andar tambaleante en las eliminatorias de su sucesor por apenas ocho partidos, Edgardo Bauza, postergó ese recambio para más adelante porque el vaticinio de Martino se estaba anticipando nada menos que un Mundial, ya que la clasificación al de Rusia 2018 era la que se estaba complicando.
Con esa consigna llegó Sampaoli a la selección después que el “Patón” fuera despedido de la selección en un simulacro de conferencia de prensa que duró siete minutos y terminó generando vergüenza propia y ajena por la falta de respeto al entrenador que la transmitió.
El también oriundo de la provincia de Santa Fe como sus dos antecesores y quien en ese momento sería su inimaginable sucesor logró una agónica clasificación mundialista de la mano de un Messi inspirado en Ecuador y se llevó a Scaloni a Rusia como uno más de su cuerpo técnico.
El pedido que le había había hecho a Sampaoli para sumarlo a su núcleo de ayudantes mientras hacía sus primeros palotes como técnico en las categorías formativas de Mallorca, el club de la ciudad española en la que reside, lo cumplió el actual entrenador de Olympique, de Marsella, cuando asumió en Sevilla para la temporada 2016-2017.
Pero el “desastre de Rusia” lo dejó al oriundo de Casilda fuera de la selección y todos sus ayudantes, como por ejemplo Sebastián Beccacece, se marcharon detrás suyo. En realidad “casi todos”, porque Scaloni se quedó y terminó ocupando el lugar de su exjefe, ese al que le había pedido trabajo un par de años antes.
Aunque en rigor de verdad Scaloni, hoy con 43 años, no fue el único, porque hubo alguien más que se fue pero enseguida volvió para sumarse al grupo de “asesores” que ya integraban otros entrenadores tan inexpertos como el de Pujato en la función como Pablo Aimar, Roberto Ayala y Walter Samuel. Ese hombre, muy joven también, era Matías Manna.
Licenciado en Comunicación de 37 años en la actualidad, es el encargado de videos y análisis táctico del cuerpo técnico de Scaloni, como anteriormente lo fuera de Marcelo Bielsa cuando el “Loco” dirigió al seleccionado chileno y de Sampaoli cuando asumiera ese mismo cargo.
El autor del blog luego transformado en libro, “Paradigma Guardiola”, que sedujo al actual director técnico de Manchester City cuando lo leyó estando por entonces en el Bayern Múnich alemán, es la voz “en off” que guía los movimientos de Scaloni y a la que atiende en muchos casos aun más que a las “en on” de Aimar, Ayala y Samuel. Aunque menos, por supuesto, que a las más esporádicas del director de selecciones, César Menotti.
Esta descripción, seguramente innecesaria si hoy estuvieran al frente de la selección, por ejemplo, los tres candidatos “del pueblo” que siempre sonaron para reemplazar a Sampaoli y que fueron Diego Simeone, Mauricio Pochettino y Marcelo Gallardo, es imprescindible para explicar primero y entender después, como un técnico absolutamente sin antecedentes hoy pasó a la historia como el conductor del “Maracanazo” argentino.
Y para comprender también como es que en algunos sitios “futboleros más que futbolísticos”, se hable de este seleccionado argentino campeón de la Copa América después de 28 años, y nada menos que en una final como visitante de Brasil, como la “Scaloneta”, teniendo nada menos que al mejor del mundo como capitán del equipo.
En definitiva, son los datos para poder interpretar este presente, pero sin desmitificar el pasado.