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River vs. River: un descontento que va más allá de Demichelis

Ante uno de los rivales de saldo de un torneo inflado con hormonas hasta llegar a  los 28 participantes, River inició el camino hacia el bicampeonato –o sea, la defensa de la última Liga Profesional, la conseguida en el ya lejano primer semestre de 2023- con una goleada sin euforia. El 3-0 ante Central Córdoba sucedió rutinariamente, con naturalidad, mientras en el Monumental se desataban tres focos de descontento entre River y River.

Las manifestaciones de este sábado llevaban incubándose un mes, e incluso más tiempo. El último partido como local había sido hacía justo hace 30 días, el 11 de abril, a partir de cuando el Millonario jugó cuatro partidos seguidos fuera de su casa. Y en el medio, diría un ex presidente de la Nación, pasaron cosas.

La eliminación ante Boca en la Copa de la Ligael aumento con corazón de gerencia para los abonos del segundo semestre de 2024, encima comunicado cuando algunos hinchas aún regresaban de Córdoba –que se suma al aumento mensual en la cuota que ya se aplica desde septiembre de 2022-, y un golpe lateral pero no menor para Martín Demichelis y la dirigencia: Enzo Pérez como eterno verdugo de Boca, pero esta vez con la camiseta de Estudiantes y un tatuaje de River festejado hasta por el ex presidente Rodolfo D’Onofrio.

Los últimos 45 minutos previos al regreso al Monumental, con un River avasallado por Nacional en el segundo tiempo, dejaron además una frase muy repetida en estas horas: que River es un equipo sin líderes. Se dijo menos otra teoría: que, tal vez, ese River sin líderes en la cancha acaso sea también un reflejo de un River sin líderes –al menos desde el carisma- en el cuerpo técnico y la dirigencia. ¿Quién defiende a River en la cancha y ante los micrófonos?

No es una crisis institucional ni futbolística –porque la economía del club está bien, porque el nuevo Monumental da orgullo y porque los resultados aún dan balance a favor- pero sí de representación, que incluso se advierte en el aparato comunicativo del club: un técnico que no puede evitar declaraciones perjudiciales y dirigentes que, las pocas veces que declaran o tuitean, parecieran hacerlo más desde la auto celebración o la justificación que desde la empatía. Hasta el mejor proyecto de los últimos años, Claudio Echeverri, se convirtió en víctima: un pibe de 17 años fue el mensajero de un pase millonario.

Los silbidos a Demichelis ya venían anticipándose en las conversaciones diarias de los hinchas, en los grupos de whatsapp y en las redes sociales: es un técnico que, por diversos motivos -futbolísticos, de manejo de grupo, de oratoria, de comparación con Marcelo Gallardo y de clima de enojo social de época- no entró y difícilmente entrará en la piel del hincha. No hay química. Alguien podría empezar a usar la frase “Más raro que hacerse un tatuaje de Demichelis”.

Dicho eso, el técnico –que, vale recordarlo, perdió dos partidos de 21 en el año y conserva un porcentaje de puntos ganados muy alto, superior al 65%, estadísticas que no pueden ser menospreciadas- todavía está a tiempo de revancha: saltar de un grupo incómodo, el de los entrenadores campeones locales pero con sabor a poco (por ejemplo Manuel Pellegrini o Américo Gallego), a ingresar al del reconocimiento eterno. En sólo seis partidos, las llaves de octavos de final, cuartos y semifinales, River puede estar en la final de la Copa Libertadores. Eso sí: harán falta (no pocos) refuerzos de jerarquía.

En ese contexto, Esequiel Barco sumó otro foco de conflicto interno con un inentendible gesto desafiante a la tribuna: el volante había convertido un solo gol en los últimos 25 partidos, desde el 1-3 ante Central el 11 de noviembre. Si suficiente falta de efectividad no era motivo para bajar el perfil –en ese lapso, además, le había sacado el penal a Miguel Borja en Tucumán que desvió dos veces-, los hinchas jamás habían cuestionado al jugador. River versus River parte II.

Pero además, menos visible pero más de fondo, hubo otro motivo que también dejó una sensación extraña, a tono con este momento de River: el Monumental no se llenó. Habrá estado en un 95% de su capacidad, lo cual habla de una impresionante convocatoria, pero por debajo de las anteriores. La explicación es clara: a la situación económica asfixiante que viven la mayoría de los argentinos, con sueldos que no alcanzan, River cometió un doloroso error con muchos de sus socios, los de menos recursos: los castigó dejándolos afuera del Monumental.

También hubo un partido y, delante de la merecida bandera en homenaje a Walter Vallejos y Ángel Delgado –los hinchas asesinados a la salida de la Bombonera hace 30 años, en 1994-, River lo ganó muy bien, con Facundo Colidio en plan goleador –acierto de Demichelis en darle la titularidad-, la buena reaparición de Agustín Sant’Anna, los minutos de acción para Franco Mastantuono Agustín Ruberto, la ovación a Paulo Díaz y el final de la sequía para Barco.

Aunque esperable en la teoría, el 3-0 no debe dejar de ser festejado: los triunfos se suman, no se restan. En todo caso, River goleó a Central Córdoba y en los próximos días seguirá jugando este molesto partido del descontento interno.

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Andrés Burgo

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