Es preocupante, y causa de enorme desazón, poder comprobar la superficialidad con que las autoridades del gobierno provincial y un amplio sector de la dirigencia política, como lo son legisladores y varios intendentes, tratan de resolver la problemática de la inseguridad. Y la sorprendente y temeraria predisposición, para crear organismos tan complejos y tan costosos como son instituciones policiales por toda la provincia, superponiéndose a las existentes. Más la archiconocida contumacia en desoír imprudentemente las voces de alarma, que de distintas maneras posibles les hacen llegar sectores de la policía con vasta experiencia, como lo hace también, y reiteradamente, Apropoba desde su web.
Quienes tienen las más altas responsabilidades políticas de encontrar soluciones para mitigar la crisis, dan toda la sensación de que estuvieran absolutamente disociados de la realidad. Mientras la población clama por soluciones urgentes, para hoy, ellos responden anunciando proyectos de mediano y largo plazo, e innecesarios gastos siderales de dinero que tendrá que pagar el mismo pueblo.
“No es del bueno pero es queso…”, dice el cuento de aquel vasco porfiado que comía jabón y convidaba insistentemente afirmando que era queso. Con amargura debemos decirles a estos señores porfiados que hace ya muchos años que -como en el cuento- a los bonaerenses nos quieren hacer comer jabón por queso. La cuestión se ha puesto demasiada pesada y no hay margen ya para seguir jugando con la vida de las personas.
Nuevos proyectos que tienen origen en el seno de esa dirigencia política, pretenden la creación de Policías Municipales. Sus mentores se encargan de aclarar rápidamente que no son lo mismo que las policías comunales inventadas por el Dr. León Arslanián, de quién evidentemente quieren despegarse, sabiendo que aquello fue un despilfarro de dinero público y de esfuerzo humano, toda vez que no se registró cambios o mejoras sustanciales que justificaran semejantes emprendimientos. No obstante se insiste, casi obsesivamente, con la idea de municipalizar la policía, es decir desvincularla de la provincia. Un organismo estrictamente municipal. Si se concretara, en el futuro cercano veremos algunos municipios con policías bien uniformados, dotados de buenos y modernos elementos; y otros municipios con pocos policías, mal vestidos, con vehículos vetustos o de a pié. Según los recursos de esa comuna, o el color político del partido gobernante, o la buena o mala relación que tenga el intendente con el gobernador. ¿Alguien tiene alguna duda de que será así?
Lo hemos dicho antes. A quienes desarrollan esta profesión también nos gustaría una policía municipal, comunal o de condado, tal como existen en países como EE.UU, España, Alemania, pero, aclaremos, con poblaciones como la de esos países. Con la educación e idiosincrasia de aquellos ciudadanos. Donde la regla es el respeto por las instituciones y el acatamiento a las leyes, empezando por las autoridades de los gobiernos y los miembros de la justicia; y donde a los uniformados se los preserva de la politiquería; se los entrena periódicamente de verdad; se le dispensa un trato digno y se le retribuye con salarios decorosos, más una asistencia médica y un servicio social de la institución, que reúnen las condiciones para asistir satisfactoriamente a este tipo de trabajadores y sus familias. No como en Argentina que se insiste con el delirio de tener una policía eficiente que cueste poco.
La primera condición de aptitud del aspirante a policía, en cualquier parte del mundo, se verifica en el seno de su hogar y su entorno social, luego su formación intelectual y condiciones psicofísicas. A nuestras autoridades habría que recordarles que las fuerzas policiales -al menos en nuestra provincia- no se nutren de personas de otras galaxias. Nuestros efectivos provienen de la sociedad que tenemos acá, en esta parte de la tierra, cuyos hijos no escapan a las influencias producto de los desequilibrios y desajustes sociales, económicos, políticos, éticos y de desarrollo que en los últimos años perturban nuestro país. Donde los jóvenes ya ni siquiera tienen aquella experiencia enriquecedora, niveladora y formadora que era el servicio militar obligatorio.
Quienes emergen de esta sociedad para incorporarse a la fuerza policial, y que serán los encargados de hacer cumplir las leyes, generalmente son los mismos que hoy vemos por las calles, en las esquinas agrupados tomando alcohol, transgresores de toda norma como nunca antes, aborrecen de todo lo que signifique disciplina, son irreverentes con las instituciones del estado y con sus autoridades, se burlan de toda religión y descreen de todas las plataformas políticas, porque llevan en su frente la marca de la frustración que les imprimió la dirigencia de las últimas décadas. Vienen de transitar sus últimos años por los límites del submundo del delito, codeándose con la droga, con la corrupción y con la muerte, que acechan en todos los barrios y no hace distingos de capas sociales.
Resulta que ahora el gobierno de la provincia nos propone como solución, tomar esos jóvenes, que ya son difícil de moldear en los institutos de formación policial, y entregárselos alegremente a las municipalidades para que formen nuevas instituciones policiales, que además -todos lo sabemos- serán manejadas por dirigentes políticos intermedios y hasta por punteros barriales, que no tienen la menor idea del oficio policial y en algunos casos hasta serán también de dudosa moral. Por lo tanto esas policías municipales funcionaran según los vaivenes de la política pueblerina. Como ya ha ocurrido y ocurre en algunos municipios, donde existe Policía Comunal, que los uniformados se han visto enredados en las internas políticas locales, o sectores políticos han denunciado el uso indebido de la policía por parte de algún intendente.
Una institución civil armada como la policía, encargada de velar por valores supremos de la comunidad, como son la vida, bienes y derechos, no puede estar supeditada a los vaivenes políticos partidarios. Debe ser manejada y administrada con equidad para todas las poblaciones desde el Poder Ejecutivo provincial, con policías de carrera, políticamente asépticos. Que se dediquen a la seguridad de los contribuyentes, sin distinción de ideologías y no a cosechar palmadas, ni favores del poder de turno. En un estado de derecho la policía es tan trascendente como la Justicia y a nadie se le ocurriría crear, por ejemplo, tribunales penales municipales. La policía municipal será otro mamarracho, igual que el ideado por León Arslanián, además con más posibilidad de corrupción y mayores gastos para el contribuyente.
Andrés Antillana, prestigioso Psicólogo y Criminalista Venezolano, ha descripto así la problemática de la descentralización policial de su país: “…otro rasgo distintivo del modelo policial venezolano, es la proliferación de policías adscritas a los distintos niveles de gobierno. El uso parcial y dependiente de la policía por parte de la fracción en el poder, ha promovido la multiplicación y dispersión de los cuerpos policiales, en la medida en que se descentraliza el Estado y aparecen nuevos polos de poder. Esto ha favorecido la existencia de distintas policías sin funciones y ámbitos territoriales claramente delimitados, compitiendo entre sí y con alto grado de dispersión y descoordinación. Un modelo de Estado fragmentado, que resulta de múltiples transacciones y conflictos de competencias y funciones, ha implicado una superposición y desarticulación de la actuación policial. La policía se convierte en un mecanismo de acumulación y redistribución de capital político en el contexto de un modelo de Estado en que el poder político está distribuido entre distintos actores…”.
Por su lado, el Dr. Gregorio Marañón, médico, ensayista y escritor español, ya en el año 1942 hizo público en la prensa escrita argentina un trabajo sobre Policías del Mundo que tituló “POLICIA, de Maquiavelo a Fouché”. Entre otras importantes cosas decía: “…Cuando se piensa en un estado futuro que reúna las ventajas del autoritario y las del democrático, la fórmula intermedia solo se entrevé a base de una policía perfecta, que frente al poder asegure a cada ciudadano sus derechos sin el peligro de que los ciudadanos se los adjudiquen y se los administren por su cuenta, y que, a su vez, exija al ciudadano el riguroso cumplimiento de su deber, diverso e intransferible. Una policía, en suma, no solamente poderosa en su técnica, sino aséptica de intención política”.
El Poder Ejecutivo, como los representantes del pueblo, sean provincial o municipal, tienen la obligación de contribuir a robustecer la fuerza, en lo moral, en lo material y en lo profesional. En lugar de descentralizar y dispersar. Deberían cuidar mediante un celoso control de los tres poderes, que funcione el mecanismo de auto depuración y velar para que la institución ni sus miembros sean arrastrados a la vorágine de la política. Cuando ello ocurre, la comunidad rápidamente paga las consecuencias con su seguridad y con sus vidas. Como ocurre ahora.
Y en lugar de hacer anuncios espectaculares de mediano y largo plazo (cuando la gente reclama soluciones para el hoy) como son la creación de nuevas policías y estrujar el presupuesto provincial, nada más que para hacer como que se hace y no hacer nada, sería más productivo y eficaz legislar urgentemente las normas que la fuerza policial necesita como herramienta, para producir seguridad y tranquilidad a los ciudadanos; frenar el éxodo cada vez mayor de policías provinciales a otras instituciones o a la actividad civil; actualizar los sueldos; mejorar ostensiblemente la prestación de la Dirección de Servicios Sociales, motivo de queja permanente del personal; desvincular a la fuerza policial de las odiosas e ineficiente Aseguradora de Riesgo de Trabajo de la provincia y de una vez por todas reconocerle a la fuerza policial el lugar que merecidamente le corresponde en la mesa de la democracia, que no es más que la personería gremial que viene reclamando la Asociación Profesional de Policías de la Pcia. De Buenos Aires (Apropoba), para defender los derechos de los trabajadores policías y velar por las óptimas condiciones laborales, que no solo mejorará el nivel de vida de los uniformados, sino que redundará en un mejor desempeño y una mejora en la prestación del servicio público de seguridad.
Finalmente hemos de recordar a fuerza de reiteración, que de poco servirá. Ni patrulleros modernos, ni armamento, ni planes, ni descentralizaciones, ni reformas de ninguna índole. Nada será suficiente si primero no se atienden las necesidades básicas del personal policial.
La seguridad no la hacen las estructuras, ni las armas, ni las leyes, ni los edificios, ni las computadoras, ni los laboratorios, ni el microscopio, ni los patrulleros. La seguridad la hacen posible los seres humanos que manejan estos elementos, convenientemente entrenados, bien pagos y bien tratados. Los policías de la provincia de Bs As, de las distintas agrupaciones y sub escalafones. Con mucho sacrificio y dedicación, y con mucho riesgo de la propia vida. Es a ellos que el gobernante debe dedicarle genuina y especial atención.
Y por favor, ya dejen de ofrecernos jabón por queso.
Jesús Evaristo Scanavino – Comisario
Secretario de Organización de APROPOBA