A raíz de los últimos sucesos de dominio público recordé una ejemplar anécdota leída hace muchos años en la revista Todo es Historia que fue creada y dirigida por Felix Luna.
El Dr. Marcelo Torcuato de Alvear, en esos momentos presidente de la Nación, era muy entusiasta del automovilismo.
Habiendo recibido un vehículo de su preferencia, salió a probar las cualidades mecánicas del automóvil. Enfilo hacia la avenida Costanera y comenzó a acelerar, circunstancia en que fue detenido por un agente de tránsito, quien comenzó alabrar el acta por exceso de velocidad. Cuando le pidió su registro de conductor, constató de quien se trataba y pasado el momento de estupor, lo miró y siguió escribiendo bajo la mirada respetuosa del automovilista.
El agente labró el acta de infracción que ya había iniciado. Días después, el agente fue citado y se presentó en la Casa de Gobierno, donde el Presidente lo hizo pasar a su despacho y lo saludó con un “buen día mi Cabo”. el policía le aclaró: “soy Agente”, y Alvear sentenció: “desde hoy usted es mi Cabo, pues recién he firmado el Decreto en el que recomiendo su ascenso”. “Usted cumplió con su deber”.
Son gestos de los que está llena nuestra historia, y que eran vividos con la naturalidad propia de un país donde la educación era valorada y la Constitución, respetada.
Dr. Bernardo Fischer
Fuente: La Nación