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Preocupación por el estado de la Catedral de Mar del Plata: imposibilidad de financiar las reformas

La Catedral de Mar del Plata constituye el mayor templo católico de la ciudad y el tercero más grande de la provincia, después de la Catedral de La Plata y la Basílica de Luján. El 28 de agosto de 1995 fue declarada Patrimonio Histórico Nacional por su valor simbólico y social, además de su trascendencia artística y arquitectónica.

Ubicada en plena peatonal San Martín, conforma un atractivo turístico y religioso para aquellos que profesan la religión católica. Las tierras fueron donadas por el fundador de Mar del Plata, Patricio Peralta Ramos, y por el empresario Pedro Luro. El nombre de la Basílica responde a este último y a la esposa de Peralta Ramos, Cecilia Robles.

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Su construcción se desarrolló entre los años 1893 y 1905 y fue dirigida por el Ingeniero Pedro Benoit. Su inauguración fue en febrero de ese último año, con el nombre de Iglesia San Pedro, su patrono.

En 1924 fue elevada a Basílica menor y desde 1957 también es Catedral. Las últimas reparaciones realizadas datan de julio de 2018. La estructura, de estilo neogótico, enfrentó una reforma en que se instalaron cúpulas nuevas, desagües y se rehizo la zinguería. Además, se impermeabilizaron las terrazas de manera provisoria, hasta poder cambiar el tejado dañado.

Mientras tanto, una malla protectora recubre la zona del techo, cuyos detalles no llegan a apreciarse. Sobre este aspecto, el Párroco de la Catedral Ariel Sueiro sostuvo que “cuando las tejas sean reemplazadas y las filtraciones del techo arregladas, recién entonces podrán sacarse las redes, antes, no”. Sin embargo, a día de hoy, la renovación no ha podido realizarse por falta de fondos.

La obra de 2018 fue financiada por empresarios locales. Anteriormente, la reforma del 2010 fue asistida por el gobierno nacional, mediante un subsidio gestionado por la Provincia. Coordinada por la Dirección Nacional de Arquitectura (DNA), coloristas trabajaron para determinar el color original del edificio y desarrollar productos durables, aptos para resistir a las condiciones climáticas en la cercanía con el mar. De esa manera, la obra se enfocó en el exterior del edificio, dejando de lado el arreglo del interior, que tenía problemas de humedad.

De acuerdo al Párroco, la complicación central está en la cubierta. La tierra ingresa entre las tejas, el pasto crece y sus raíces comienzan a levantarlas. Entonces ocurren las filtraciones de agua, que humedecen y debilitan la estructura, peligrando su estabilidad.

Cuando el tejado comenzó a caer, primero como pequeñas piedras y luego en pedazos más grandes, se colocaron mallas protectoras que finalmente no resistieron. En diciembre de 2014, el Obispado tomó la decisión de cerrar la Catedral debido al desprendimiento de la mampostería, buscando evitar cualquier tipo de accidente. Como solución transitoria, la empresa constructora COARCO donó las redes que actualmente forman parte del interior de la Catedral. De esa manera, el templo logró abrir sus puertas nuevamente. Sin embargo, la preocupación central es la humedad, que todavía persiste y se agrava con el paso del tiempo.

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En la Catedral, las colaboraciones de los feligreses no alcanzan para sufragar la inversión que significaría un trabajo a gran altura, con andamios y de precisión. Las tejas, importadas de Viena, “son sumamente delicadas, y deben ser despegadas con cuidado, para que no se rompan”, comentó el Padre Ariel Sueiro. “Naturalmente, son muy costosas. Es económicamente difícil reemplazarlas”, declaró.

Además de la reparación de la nave central alta del techo, se requiere ornamentación nueva e intervenir los vitrales, a los que les faltan pedazos. “Son pocas cosas, pero complejas, y muy caras”, estableció Sueiro. A aquellas remodelaciones se le suman los mantenimientos de las puertas y rejas del exterior, que deben pintarse y barnizarse cada tres años para ser protegidas de “la inclemencia del tiempo, sumado a las condiciones climáticas”, destacó el Párroco.

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El exministro extraordinario de la Sagrada Comunión, Carlos Castorina, frecuentó la Catedral desde 1965, en medio de sus estudios de Catequista Diocesano y posterior profesorado de teología, afirmó que: “lo que pasa con la Iglesia es que son monumentos históricos, y sin ayuda del Estado, es muy difícil poder mantenerla. Si de por sí mantener una casa es complicado en términos económicos, una estructura tan grande es prácticamente imposible. No digo que sea el Estado el que tiene que encargarse, porque se trata de una religión”.

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En otras regiones, la Iglesia logra financiarse por otros medios. En gran parte de Europa, un porcentaje del salario o de las ganancias de cada ciudadano van a la religión que corresponda. Uno debe adherirse a ella y contribuye económicamente a su sostén. En otros países, como Italia, para ingresar a un templo se debe pagar de dos a cuatro euros. “Para nosotros es mucho, pero es lo que cobran para poder mantenerse”, contó Castorina.

La importancia de las colaboraciones

La situación que enfrenta la Catedral es común a otras iglesias de la ciudad, como la Parroquia San Juan Bautista y Nuestra Señora del Rosario, donde Castorina congrega. “El entonces Monseñor Malfa siempre me decía que en cualquier momento nos quedábamos acá abajo. De eso hace más de quince años, y creo que no se ha caído porque Dios no lo ha permitido. Es muy pesado y se ha oxidado mucho”, comentó.

En términos arquitectónicos, aquella Parroquia es de considerable menor tamaño y complejidad que la Catedral. “Si no es por medio de algún bono contribución para poder mantenerla, se vuelve inalcanzable porque los oficios religiosos no se cobran, se sostienen solamente por la colaboración de los fieles. En teología, o mejor dicho, en la Iglesia, si nosotros no mantenemos nuestro culto, ¿quién nos mantiene?”, argumentó Castorina.

El Templo, una reliquia arquitectónica

De trascendencia artística y arquitectónica, la Basílica de los Santos Pedro y Cecilia está compuesta por tres naves, una central y dos menores; la torre principal y las fachadas laterales, además del nártex (vestíbulo), el bautisterio, la sacristía y la Cripta. El terreno ocupa 1.340 metros cuadrados y su espacio puede albergar hasta 800 fieles, aproximadamente.

Cada sector de la Catedral guarda reliquias de gran importancia histórica y estética. El campanario fue compuesto en 1929 con cinco campanas de bronce traídas de Francia. El reloj, con sus agujas de cobre rojo barnizado, tiene un mecanismo de poleas y pesas que, a pesar de su antigüedad, sigue funcionando a día de hoy. El órgano es de Bérgamo, Italia, y fue inaugurado en enero de 1906. Volvió a utilizarse en 2005, luego de refacciones costeadas por la Secretaría de Cultos del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires que permitieron su funcionamiento después de años en estado de abandono.

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Los mosaicos del suelo fueron fabricados en Inglaterra y llegaron en 1902. Los 29 vitrales arribaron dos años después, en 1904, desde la casa Marechal et Champinelle de Metz, en Francia, y representan distintos pasajes del Evangelio.

El color original de la Catedral

Durante cada una de las restauraciones se apuntó a respetar el estilo arquitectónico propio del templo. El gerente de la firma de revestimientos cementicios encargada de las obras de 2010, Guillermo Tarquini, reveló que en medio de los estudios previos de la estructura descubrieron que “el color original era el ocre rojizo y no el gris que se ve en la actualidad, que es producto de las sucesivas intervenciones realizadas desde 1920 según criterios muy dispares. Desde la dirección técnica de obra, se decidió mantener el color gris por su memoria colectiva para los marplatenses, como el representativo de la Catedral”.

 

 

 

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El factor que estuvo presente en cada una de las restauraciones fue el interés por la preservación y la protección de la estructura frente a la amenaza constante de la humedad, amparar la superficie del agua de lluvia y del salitre. Sin embargo, los esfuerzos no han logrado frenar la erosión del tiempo.

Restauraciones cada veinte años

En 2010, el Arquitecto y especialista en el ícono arquitectónico que es la Catedral, Máximo Bonetti, aseguró que “el presupuesto inicial del que se partió para su construcción pronto resultó escaso para un proyecto de semejante envergadura. Fue por ello que se resignó la calidad de las terminaciones con el objetivo de que la obra se finalizara. Este es el motivo por el que la obra fue restaurada en sucesivas ocasiones, con una frecuencia aproximada de veinte años” reveló.

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Las filtraciones que afectan a la Catedral de Mar del Plata son un problema de larga data. La mayor dificultad radica en conseguir los recursos necesarios para solventar los gastos de una restauración completa, tanto en el interior como en el exterior del edificio. En ánimos de encontrar financiamiento, la Catedral continúa con su campaña “La Obra de Todos”. Además, pone a disposición de los fieles la posibilidad de contribuir al mantenimiento de una figura de suma importancia para la ciudad, tanto en términos simbólicos como históricos.

“Mantener este espacio vital requiere de recursos. Cada donación, por modesta que parezca, tiene un impacto significativo”, sostiene la sección “Colecta” de la página web de la Basílica de los Santos Pedro y Cecilia. Aquello les permite “mantener las puertas abiertas para todos aquellos que buscan refugio espiritual”, concluyó Bonetti.

Por Lucía Castorina 

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