“Un 90% de cada cigarrillo es tabaco, ya de por sí adictivo y cancerígeno, pero un 10% son aditivos, compuestos químicos de los que sabemos muy poco. Las tabacaleras están realizando un experimento a gran escala con millones de personas“, explicó en una entrevista con El País el profesor Michael Rabinoff, a poco de publicar un pormenorizado estudio sobre los efectos de los aditivos. Entre sus conclusiones, advirtió que “más de 100 tienen actividad farmacológica”.
Los más comunes son los azúcares, que superan el 4% del peso de un cigarrillo. Al combustionar producen acetaldehído, una sustancia tóxica que potencia el efecto adictivo de la nicotina. “En un experimento con ratas adictas a la nicotina, éstas siempre elegían la mezcla con acetaldehído antes que la nicotina sola”, explicó Rabinoff.
La manipulación más fuerte de la “adictividad” se da con el amoníaco, que aumenta la absorción de la nicotina. El humo que resulta de la combustión de tabaco con amoníaco es más alcalino, lo que permite que atraviese más fácilmente la membrana que recubre el cerebro. Varios investigadores sugieren que el boom de Marlboro a finales de los años 70 se debe en parte a que empezó a aplicar esta tecnología, similar al procedimiento por el que se convierte al polvo de cocaína en crack.
Una sustancia muy usada es el cacao, que puede superar el 1% del peso de un cigarrillo. Aunque las tabacaleras dicen que sólo sirve como saborizante, tiene teobromina, que funciona como broncodilatador, lo que permite que las caladas sean más profundas y, por ende, que llegue más nicotina a los alveolos. También sirve para disimular el gusto amargo del tabaco, al igual que el azúcar, el chocolate, la miel, el regaliz y otras frutas, flores y maderas.
La estrella de los aditivos es el mentol, que está presente en casi todos los cigarrillos, no sólo en los que se comercializan como “mentolados”. Además de mermar el efecto abrasivo del humo, duerme la garganta para que no se irrite y evita la tos. El objetivo es engañar al cuerpo para ocultar los síntomas que podrían alertar al fumador sobre los daños en su salud.
La lista sigue. Hay analgésicos, antipiréticos, depresores del sistema central, elementos que elevan la respuesta del cerebro a la nicotina y otros que inhiben a la enzima encargada de metabolizarla, por lo que logra que permanezca más tiempo en la sangre.
El número exacto no se sabe cuál es. Y el que las multinacionales tabacaleras reconocen, varía. Altadis (Philip Morris, Marlboro) ha admitido que añade 289 sustancias a sus marcas en la Unión Europea, pero sólo en los Estados Unidos la industria informó hace 20 años y por única vez que usa 599. En Argentina, Nobleza Piccardo (Lucky Strike, Camel) publicó un listado con apenas 158.
Las tabacaleras alegan que la mayoría están autorizados para el consumo humano, pero ocultan que la combustión modifica sus propiedades y los vuelve tóxicos y farmacológicamente activos.
La consecuencia de todo eso es un cigarrillo más adictivo y mortal que hace 50 años. El humo que produce tiene 7 mil sustancias, al menos 69 de las cuales son cancerígenas. Son el resultado de la combinación mortal de los elementos que componen el tabaco, el papel, el filtro y la tinta con los aditivos.
Infobae