El valor del material que puede reciclarse, producto de la recolección domiciliaria de residuos, abrió un frente de conflicto social previsible. Son muchos los cartoneros (o también conocidos como cirujas) que jornada a jornada recorren las calles, en la búsqueda de cartón, papel, plástico, vidrio y metales, que son vendidos a acopiadores mayoristas de estos elementos.
Entre Mar del Plata y Batán, producen aproximadamente 700 Tn/día de basura, estimándose que el 20 % (140 Tn.) lo constituye el material apto para el reciclamiento. El valor promedio por kilo es de $ 0,70, lo cual genera un total en material para reciclar de aproximadamente $ 3.000.000.- por mes.
A partir del ordenamiento del nuevo sistema de disposición final, las bolsas verdes (o identificables) como tales, se han convertido en una verdadera salida laboral, como puede observarse a diario en toda la planta urbana de la ciudad, en especial en las zonas más densamente pobladas. Sin embargo se ha producido un crecimiento de quienes van por ese producto, que está prácticamente empaquetado y facilita el trabajo de clasificación. Anteriormente, los vecinos sacaban en la bolsa de residuos todos los deshechos, sin la separación hogareña.
Se puede observar como personas (jóvenes y niños) arrastran carros de pequeño porte, también con caballos, motos y con vehículos viejos, lo que recogen en la vía pública no llega a la planta de reciclado, que se ha instalado cercana al nuevo predio de disposición final. Esto ha producido una merma sensible en el material que llega, para quienes explotan la planta de reciclado allí instalada, dándose el caso que puede ir creciendo el número de interesados, en esta nueva alternativa de forjarse un ingreso económico, a partir de transportar el material a reciclar que se vende a los reducidores.
La puesta en marcha del nuevo sistema, se hizo en medio de una gran improvisación, y aún hoy a 10 días de la implementación, el funcionamiento está muy lejos de ser el óptimo, las bolsas verdes no se consiguen, quienes se habían comprometido a distribuirlo no lo hicieron y las bolsas verdes que se consiguen tienen un valor bastante elevado.
Para colmo desde la Municipalidad, se ha desatado una persecución para quienes se dedican a recoger el material descartable, según las zonas que se han programado. Frente a este escenario se ha apelado a la fuerza pública, a través de la Policía Bonaerense, que toma como delincuentes a quienes tratan de ganarse su pan en el día a día, en una ciudad donde existen alrededor de 150.000 personas con problemas laborales. No se ha medido adecuadamente la contención social de estos grupos, que en rigor de verdad no parecen cometer ningún acto ilícito, y en ese caso ¿no lo cometían antes de la puesta en marcha del nuevo sistema de recolección?
¿La policía actúa sola o recibe la orden desde la Municipalidad o de algún fiscal? Es un interrogante que debe despejarse rápidamente, hasta por una cuestión de seguridad de los afectados.
Es una locura esto. Me imagino mafias cagando a palos a los cirujas para no dejarlos tocar una sola bolsa verde. O cobrándoles una “cuota” para permitírselo. Me imagino a mí, vecino generador de residuos reciclables, que al saber el valor del material descartable, no lo saco a la calle sino que lo acumulo en el patio y cuando junto cinco o seis toneladas, lo voy llevando con el auto y lo vendo, 6 mil kilos saco 4.200 pesos y morfo una quincena (corte de manga).