Cristina Fernández, indiscutible ganadora de la jornada electoral del domingo pasado, parece entender lo expresado anteriormente cuando manifestó frente a sus seguidores : “yo no me la creo”. Es que el atípico e histórico resultado obtenido puede ser tomado de dos maneras: cómo un acompañamiento extraordinario que le dará poder cuasi absoluto al ejecutivo nacional o cómo una circunstancia accidental, producto de nuestro fatalismo, que llevó a que votantes que hace dos años criticaban ferozmente al gobierno se expresaran ahora en favor del modelo K, lo cual se traducirá en la enorme presión de no tomar decisiones que puedan hacer cambiar nuevamente la opinión de los electores.
Si bien existen tantas razones como millones de votos en las urnas para votar a tal o cual político, hay parámetros sociológicos e históricos que pueden ser tenidos en cuenta al momento de analizar la voluntad popular. En tal sentido, esta elección tiene puntos en común con elecciones pasadas dónde presidentes ganaron con altos porcentajes.
Juan Domingo Perón, quien ocupa los primeros puestos por ser el presidente mas votado, en 1951, llegó a los 62.49% de los votos y en 1973 obtuvo el 61.85%.
Más cercanos a los números que obtuvo Cristina fueron los obtenidos por Raúl Alfonsín, que en 1983, con la vuelta de la democracia llegó al 51,75% de los votos y Carlos Saúl Menem en su reelección de 1995 alcanzó el 49,94%.
En todos los casos anteriores, los fines de los gobiernos fueron catastróficos y quienes se expresaron a favor de los gobiernos masivamente, fueron quienes terminaron por denostarlos al final de sus mandatos. Todo ello producto de nuestro fatalismo.
El gobierno fomentó este rasgo característico del electorado argentino y se sembró la idea que votar alternativas al modelo traería aparejado la pérdida de los logros obtenidos. La frase “Nunca menos” nos sugiere la idea que si se elige distinto se podrían perder asignaciones, planes sociales y aumentos salariales. Si a ello le sumamos la inteligencia, belleza y carisma de la presidente; y la situación de viudez que sensibiliza aun a los votantes, entenderemos muchos de los móviles de quienes se expresaron a favor de Cristina en las urnas.
No debemos desestimar, empero, los logros de éste gobierno y el empeño que puso la oposición por mostrar desunión, crítica infundada y falta de proyectos concretos. Todo contribuyó para que el oficialismo arrasara en las urnas.
Las victorias son tan circunstanciales, así como las derrotas y la persona que mejor entendió eso fue Cristina cuando arrancó su gestión con un traspié. En ese momento, tras la famosa resolución 125, quien se erigía como victorioso era el hoy inexistente Julio Cobos y los radicales soñaban con recuperar su caudal electoral de antaño.
El desafío de la oposición, incluyo aquí a Rodriguez Saá, Binner y Das Neves por considerar que son quienes tienen mayor potencial y proyección, está en entender en que perder una elección no es nada más que eso y que se debe aprender de los errores para no repetirlos.
Hay un 46% del electorado argentino esperando una alternativa real a este modelo, una propuesta de país superadora a los logros obtenidos por el kirchnerismo. Dicho de otra manera, necesitamos que la pérdida que padecimos quienes apostamos por otra manera de conducción y de hacer política, nos sirva como base para la construcción de una victoria electoral en el 2013.
Por Marcelo Pérez Peláez, abogado colaborador de Agencia País