No puede ser de otra manera cuando se pretende evaluar acciones y palabras de una celebridad consagrada, como lo es el argentino y Papa, hoy conocido en todo el mundo como Francisco. Dirigirse con la suficiente humildad como para cuestionar, dudar sobre su propia razón y para nada sentirse dueño de verdad alguna. Aclarar que no se encontrará en estas líneas ni el concepto de Santidad, ni ninguna otra calificación que no se condice con la condición de persona, con virtudes y miserias, que no deja de serlo por ocupar tal o cual función. Uno no cree en eso, en la elevación natural por ocupar cargos, por más altos que nos quieran hacer creer, quedando fuera de los errores que nos habilitan como seres de este mundo, con la factibilidad de corregirlos.
Con gran decepción para muchos, en estos días se conoce una nueva determinación del jefe de la Iglesia Católica, no tener en su agenda algún viaje previsto a la Argentina para el 2017. Desde que partió al Vaticano con fecha de regreso, allá en el 2013, con la gran sorpresa para todos y hasta con algunos argentinos desencantados por esa elección, la vuelta al país, aunque más no sea por unas horas, es una expectativa cierta que ya no se dará en cuatro años si se cumple la decisión apuntada.
El periodista Sergio Rubín, casi intérprete directo y asimismo vocero, por elección propia o superior, dice en reciente nota que “Jorge Bergoglio considera que todavía no están dadas las condiciones para visitar su país”.
En tanto, la palabra del Papa de hace pocas horas invita a “visitar a los enfermos”. Uno cree que el país está suficientemente enfermo como para aceptar esa visita que puede ser problemática, traumática o no. Últimamente también visitó Georgia. Una misa que brindó no reunió más de 3 mil personas y sin embargo, con pronósticos reservados ante el éxito o el fracaso, el viaje se cumplió.
No estaría mal que esa generosidad y solidaridad que invoca Francisco, visitar a los enfermos, la traslade a sus propias responsabilidades de argentino como Bergoglio y de Papa como Francisco. De obligaciones de romper murallas separatistas y acercar voluntades, las que más se puedan para derrotar el destino siempre incierto de nuestro país, también suyo. Valdría el intento más allá de cualquier especulación negativa. Hay que tener en cuenta que el grueso de la sociedad busca otras señales que van más allá de las interpretaciones de algunos pocos.
Enfrentar aquello de que hay simpatía aquí y rechazo allá y en esa confrontación intentar arribar al fondo de la crisis existencial que tenemos para partir de un lugar común, igualitario, justo. Podría ser el símbolo que derrota los propios cuestionamientos y dudas para que encontremos el rumbo. Nadie mejor que él para que sea el médico salvador de tantas enfermedades que nos acucian como país subdesarrollado espiritualmente. De otra manera no se puede entender que con una materia tan rica, nuestro territorio con toda una potencialidad explícita, estemos relegados por nuestras propias culpas. Entregados a que de la solución el dueño es el otro, olvidando un nosotros fundamental. Una buena señal, un acercamiento debido podría ser el motor que hace falta para un arranque definitivo de confraternidad, de brechas cubiertas no por un parche, por un espíritu superador.
Uno cree que nos hace falta entre tanto fracaso, frente a tal desencuentro. Vale la pena una revisión de la agenda papal y ver si la Argentina lo necesita y lo merece. Definitivamente, hay una exigencia latente y uno cree que es así de un lado y del otro. Una nueva sorpresa desde el Vaticano no nos vendría mal, salga lo que salga. Suponemos que la fe no debe estar ausente, es la base de cualquier religión. Si hace falta, recordemos aquello casi del inicio de su gestión, “hagan lío”, y podemos agregar, creer en sueños, utopías. Hágalo Jorge Bergoglio. Inténtelo Papa Francisco.
Papa peronista .
Estamos de acuerdo, Julián.
Aunque lo cuestionable no sería eso sino su cercanía y simpatía para con personajes nefastos con quienes compartió extremadas sonrisas, alegrías y festejos en el Vaticano.
Toda la basura política de nuestro país fue recibida con beneplácito por este jefe religioso. Y que esos sujetos fueran peronistas no es mera coincidencia.
Macri fue mal recibido. Margarita Barrientos fue rechazada.
Más claro, echale agua…