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Panorama político – Primera incógnita del verano político: ¿qué tanto quiere Kicillof el Presupuesto?

 

Axel Kicillof decidió encarar la reanudación de las negociaciones por el Presupuesto y la Ley Impositiva 2025, que la oposición le rechazó en el parlamento hace apenas diez días, con morosidad llamativa y dureza extrema. Tanta, que comenzó a circular la conjeturan que el Gobernador, tal vez, no tenga como una prioridad máxima la aprobación de esos proyectos, en teoría indispensables para la gestión. Es una hipótesis indisociable de la puja por el liderazgo interno en el peronismo que libra con Cristina y Máximo Kirchner.

Primera constatación, la lentitud: aunque el reinicio de las conversaciones se fijó para el martes (en dos tandas, con los jefes de bloque de la UCR y PRO como interlocutores ese día y los del resto de la oposición el siguiente), a 36 horas de la fecha no existe convocatoria formal. Segunda, la dureza: cuando el encuentro se produzca (suponiendo que eso ocurra), el Gobierno planteará que solo acepta negociar las leyes en un paquete junto con la cláusula de endeudamiento, cuya aprobación requiere una mayorá de dos tercios. Y rechazará incluir allí la cobertura de las cuatro vacantes en la Suprema Corte. Además, ratificará el criterio de “alta por baja” en la tira y afloje por los cargos en el Banco Provincia y otros organismos, porque obliga a sectores de la oposición que rompieron entre sí este año a consensuar nombres.

Al mismo tiempo, Kicillof prorrogó la ley de impuestos 2024, ya que de lo contrario no tenía cómo comenzar a cobrarlos ahora. El esquema contempla replicar la carga impositiva del año pasado (excepto las bonificaciones del Inmobiliario). Contra lo que podría parecer, no es el anticipo de un desfinanciamiento grave: aunque la ley nunca se aprobara, en el gobierno creen que pueden resistir con la prórroga hasta diciembre. ¿Cómo? Una primera evaluación mantenida en reserva indica que la caída de ingresos por no actualizar alícuotas se compensaría con la no aplicación de algunas quitas en Ingresos Brutos contenidas en el proyecto rechazado. Con el endeudamiento ocurre algo parecido: los vencimientos grandes arrancan en abril (USD350 millones), pero existen remanentes no utilizados del año pasado que relativizan el riesgo de default que significativamente agita el propio Ejecutivo.

La combinación de los tres factores -morosidad, dureza y esquema fiscal defensivo- son naturalmente parte de un planteo de negociación lógico: Kicillof muestra los dientes para tratar de ceder los menos posible. Pero existe otra posibilidad. ¿Y si el Gobernador contempla, aún como mal menor, ceder el paquete Presupuesto?

En la oposición hay varios que lo sospechan. “Él gana doble: se victimiza y nos factura cada imposibilidad de gestión que aparezca, cuando en realidad no pierde gran cosa por el lado de los recursos”, resumió para DIB un experimentado senador no peronista. En público, el presidente del bloque de UCR + Cambio Federal, Diego Garciarena, apuntó al discurso de Kicillof, quien habló de “golpe” por el fracaso en el tratamiento de los proyectos apenas unas horas después de que dos de sus ministros (López y Katopodis) acordaran seguir las conversaciones. No lo dijo así, pero detrás de la lectura del jefe radical late un señalamiento evidente: el Gobernador no pareció esforzarse demasiado en lograr un acuerdo; más bien, todo lo contrario. (Dato contextual: desde Calle 6 reprochan a ese sector de la UCR, al que atribuyen vínculos aceitados con Santiago Caputo, más que al PRO, por la fallida sesión del 27 de diciembre).

El gran dilema

La interna del PJ es el otro escenario que podría explicar el modo en que el gobierno se planta ante el debate: aun sin definir si desdoblará o no las elecciones de este año, Kicillof podría preferir no quedar atado a una negociación que habilitaría presiones electorales del cristinismo.

Una mayoría clara de los ministros no vinculados a La Cámpora y de los intendentes que lo impulsan, le recomiendan al Gobernador adelantar el tramo bonaerense de los comicios, lo contrario a lo que explícitamente pidió Cristina Kirchner. El argumento que esgrimen se vincula con la táctica electoral, pero en el fondo va mucho más allá: dicen que si no da una demostración de fuerza e impone un criterio diferente al de la expresidenta, su liderazgo se licuará y, más temprano que tarde, ocurrirá lo mismo con su proyección presidencial.

Pero Kicillof todavía no decidió. O si lo hizo, no se lo comunicó a nadie. Alguien que lo conoce mucho dice que “no concibe dejar de ser cristinista”. Es una definición de doble filo, porque implica reconocer que él entiende que lo que tiene entre sus manos es la eventualidad de una ruptura política.

Lo cierto es que la cautela con el Presupuesto lo libera de deberle una contraprestación electoral al cristinismo, mayoritario en el bloque de UxP en la Legislatura. La negativa a hablar de la Corte es un indicio: si es cierto que ya se acordó entregar uno de esos sillones a la UCR, la explicación  más plausible para no avanzar pasa por la negativa a habilitar una puja con el camporismo, al que le correspondería una de las otras vacantes, al igual que al massismo.  (DIB) AL

Por Andrés Lavaselli

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