La campaña electoral llega al final de su recorrido en la Provincia con pocas señales de que se vayan a producir cambios muy importantes respecto de lo que ocurrió en las PASO. El oficialismo, que atravesó la crisis y la hiperquinesis propias del peronismo en la derrota, parece resignado a la magia dialéctica de transformar en victoria cualquier cosa que no sea una derrota por un margen mayor al de septiembre, mientras que la oposición, aunque no lo diga, da por ganada la disputa y apuesta a ampliar esa brecha.
Con un 9% de indeciso como dato compartido por la mayoría, las consultoras vaticinan con un nivel de dispersión como pocas veces se vio: Marcan desde empate técnico entre Diego Santilli y Victoria Tolosa Paz hasta una ampliación de la brecha en favor del primero hasta los dos dígitos. Para colmo, el dato que podría resultar más relevante es prácticamente difícil de medir: ¿Cuánto aumentará el nivel de participación, que fue históricamente bajo en las PASO, en las generales?
Esas dos particularidades metieron el resultado del domingo próximo en un cono de sombras. En parte, eso explica la reticencia a la hora mostrarse en campaña pública de algunos actores del oficialismo: pocos aceptan socializar derrotas. En Juntos, en contraste, la idea sigue siendo la del 13 de septiembre: ¿Para qué hacer olas tras una victoria? Con mostrar a los candidatos en sintonía y lejos de las polémicas como las que rodea a Mauricio Macri y seguir las recorridas dicen que les alcanza.
Frente a ese panorama, en el FdT el primer objetivo es que la distancia no se agrande. Antoni Gutiérrez Rubí, el catalán que ahora todos citan, dice que hay un acortamiento de las distancias en territorio bonaerense. Pero nadie le pone números concretos. Parecen conformes con perder por menos. En Gobernación, traducen esa modestia con una fórmula: “Lo que antes de las PASO era el objetivo de mínima, ahora es el de máxima”. Se refieren a la posibilidad de empatar la representación en el Senado provincial.
Se sabe: Para eso el plan es recuperar votos en la primera, cuarta y séptimas secciones, de modo que cada una aporte un senador más que lo que aportaron en septiembre. Puede ser posible, por eso, la última semana de Santilli y Facundo Manes incluyó una gira por dos de esos territorios, los del interior, donde son más fuertes. Sobre todo por el empuje del radical, aunque el “colorado” tracciona en las cabeceras de distrito. La semana entrante, además de Mar del Plata, se mostrarán juntos en San Miguel, plaza fuerte de la primera sección.
A estas alturas lo que más temen en gobernación es la dinámica que abriría una mejora de los números de Juntos. Y lo temen no tanto por la meneada cuestión de los cambios de gabinete que eso podría disparar o porque eso signifique un Senado que trabe proyectos de reformas estructurales que, dicen, se acelerarán en la medida que la apertura post pandemia lo permita. Lo que en realidad recelan es el fuego amigo que podría recibir Kicillof.”Un vaciamiento, la crítica permanente desde adentro, sin romper formalmente”, grafican. Detrás, late la cuestión siempre delicada de la base de sustentación política del Gobernador. Esta semana se puede graficar con un episodio puntal: Si el oficialismo en general contuvo la respiración con el sorpresivo anuncio de la operación de la Vicepresidenta, ese avatar médico directamente dibujó para Kicillof la silueta del fantasma que más teme: ¿Sin Cristina en el escenario, qué pasaría con él?
Por supuesto que las mutaciones que podría sufrir el FdT en caso de derrota ampliada incluyen a las nacionales y al juego de los intendentes bonaerenses. Pero por ahora, el jefe de Gabinete, Martín Insaurralde, que es más o menos su representante en el gobierno, parece lograr lo que el Gobernador no pudo: Cerrar pactos electorales en el interior con alcaldes o sectores en zona política “gris” o necesitados de financiamiento. Con todo, el juego de los alcaldes es cauteloso: De ahí la postergación de las internas locales del PJ, que se explica por la necesidad de separarlas de una eventual derrota el domingo.
En Juntos ocurre lo contrario: Están convencidos de que ganarán y por eso se entregan al juego de los posicionamientos. La división de los bloques legislativos está sobre la mesa. El radicalismo aunque coordinaría votaciones, iría por espacios propios en la Legislatura, lo que tal vez sea la primera expresión institucional del nuevo status que cree haber obtenido. El incipiente juego de algunos alcaldes para competir con Santilli en 2023 es otra señal de confianza. Y tiene un presupuesto: Ocupar un espacio que, se supone, abrirá la mudanza de Jorge Macri al gobierno porteño.
En ese escenario de grieta, la paradoja es la buena perfomance de las terceras fuerzas, que recogen los beneficios de la bronca social por derecha e izquierda. Según sus propias cuentas, Espert podría meter a su segunda –Carolina Píparo- en el Congreso y la boleta de la izquierda que encabeza Nicolás del Caño sumar tres legisladores nacionales por PBA, algo inédito.