Justo cuando el Frente de Todos comenzaba a dejar atrás la crisis en la que lo hundió la derrota del 12 de septiembre, la inseguridad, un viejo tema irresuelto que periódicamente retorna al centro de las preocupaciones ciudadanas y al foco mediático, volvió a instalarse en la provincia. Pero esta vez, ocurrió con un condimento insoslayable: La admisión pública que hizo el ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni, de su pelea con Máximo Kirchner le añadió una dimensión política indisimulable.
A menos de un mes de las elecciones, los comandos de campaña descargan argumentos paradójicos: En despachos importantes de la gobernación dicen descreer de la posibilidad de dar vuelta la elección. “Del millón de personas que no fue a votar, ahora deberían elegirnos al menos 600 mil. Tenemos trabajos que dicen que en ese segmento ganamos, pero ni por asomo por tanta diferencia”, dicen allí. Del otro lado, en Juntos, difunden encuestas alarmistas. “Dos de ellas dicen que la diferencia se achicó a dos puntos, dan solo 40 a 38 y 39 a 37” a favor de Santilli, afirman, sin dar precisiones sobre la autoría de los trabajos.
Esas contradicciones se disuelven si se tiene en cuenta que lo que está detrás es un viejo truco: motivar a los “propios” para concurrir a votar. Agitar el miedo al triunfo del adversario para que no decaiga el ánimo, y enfocar a la tropa en el objetivo primario, Las generales de noviembre. En el FdT hay que verlo como el correlato de un diagnóstico generalizado. En las PASO, “no hicimos política”, creímos que con la vacunación”, dicen. Ahora, la preocupación pasa porque la que mide poco en el Conurbano es CFK y el corte de boleta de los intendentes es un fantasma real, contra el que advierte Juan Manzur y para prevenir el cual fue designado Martín Insaurralde. En la oposición, la movilización de las bases peronistas y la aceleración de ciertas peleas, como el prematuro lanzamiento de la candidatura de Cristian Ritondo para competir contra Diego Santilli por la Gobernación en 2023, son los fenómenos que se buscan neutralizar.
Pero por delante de esos juegos de palacio, están las explosiones reales. Y en ese plano, el oficialismo sumó otra semana negra a la zaga del cimbronazo post PASO. Por un lado, el 3,5% de inflación puso sobre la mesa un desafío renovado a Roberto Feletti. Es que el aumento de precios de los alimentos impacta relativamente más en la población más vulnerable, la que se supone que vota al peronismo.
Po r el otro, los tres crímenes al hilo –el del estudiante Cancio, el policía Becker y el empresario Refi- volvieron a poner el foco en la inseguridad, quizá uno de los temas más subestimados por el oficialismo a la hora de plantear su campaña. Ocurrió justo cuando el ministro Aníbal Fernández venía de protagonizar una innecesaria polémica con el humorista NIK, que solo puede tener costo político negativo para el oficialismo. Y se dio en territorio de Sergio Berni, que se limitó a apuntar a la justicia y a anunciar un aumento a la policía. Es cierto que los casos se resolvieron rápido, pero el ministro bonaerense se pasó la semana hablando de política, más que de seguridad.
Berni le recriminó a Kirchner no solo haberle “bajado” la lista de diputados provinciales que apadrinaba en la segunda sección electoral. Sino que, además, le reprochó, en duros términos, que no haya habido internas a nivel provincial, una estrategia que atribuye al diputado pero que tiene más responsables que él. “Juntos demostró que mi posición era la correcta”, le dijo, palabra más o menos. No fue el único debate que dio: En una de las primeras reuniones de gabinete bonaerense post PASO, con Insaurralde ya como jefe, se lo recriminó en duros términos al ministro de Desarrollo de la Comunidad, Andrés “Cuervo” Larroque, uno de los representantes de La Cámpora en el gabinete de Kicillof.
Después, Berni hizo algo mucho más potente: Le dijo, en off, a varios periodistas, que después de las PASO se va del FdT. ¿Cumplirá? En Nación dan por hacha la salida, pero Kicillof quiere retenerlo. Berni es afecto a este tipo de golpes de efecto y no es la primera vez que amenaza con irse. Pero ahora las cosas cambiaron: Los intendentes, con los que nunca se llevó bien, forman parte del Gabinete. En especial, Insaurralde. El episodio plantea tres cuestiones de fondo: La dificultad del reemplazo (se habla de uno de los Granados o de Cascallares, que manda a decir que preferiría no hacerlo), el enigma de cómo quedarán los gabinete en relación con el resultado de las elecciones y la posibilidad de una pelea que escale la tensión entre el Gobernador y Máximo Kirchner, algo que solo la Vice, única conducción que reconoce Berni, podría llegado el caso evitar. (DIB) AL
.Por Andrés Lavaselli