Aunque con algún bluff, aún desordenado y con una seguidilla de anuncios que recién el viernes anotó una medida con impacto masivo y concreción antes del 14 de noviembre, el peronismo bonaerense puso su maquinaria electoral a pleno. Y los primeros en notarlo fueron los opositores de Juntos, que diseñaron una estrategia para responder: Más polarización y la búsqueda de 900 mil votos que les garantizarían el triunfo.
Hay una percepción generalizada en Juntos, que es compartida por algunos sectores del PJ: Tanto unos como otros van a obtener más votos en las generales que en las PASO. Pero la cuestión en la no, es sólo si el peronismo puede dar vuelta la elección, que perdió por 356 mil votos, sino si una reducción significativa de ese margen puede diluir el renacimiento que logró Juntos en las PASO con el sólo hecho de mantener los votos de 2019.
Por eso, en la cima de Juntos trazaron una especie de “línea de seguridad” que garantizaría una victoria: Sumar 900 mil votos a los 3.260.000 que, en números redondos, obtuvo el FdT en aquella oportunidad. Es una meta muy ambiciosa. Pero en ese campamento muestran las cuentas. De ese total, 350 mil saldrían del millón, aproximadamente, de bonaerenses que no fue a votar y que según un estudio que encargaron a una consultora, los acompañaron en 2015 y 2019. Otros 300 mil votos creen posible obtenerlos de las ofertas de derecha y centro derecha que no llegaron al piso en las primarias (el perfil de Gómez Centurión, Cinthia Fernández, Ayelén Amancay, el pastor Víctor Albarracín, entre otros varios). Y hay unos 230 mil apoyos que en los comandantes de Juntos piensan sacar de estimular el voto útil anti kirchnerista. Incluyen acá la posibilidad del traspaso de adherentes de José Luís Espert y Cinthya Hotton en las primarias.
Para todo ese plan juzgan necesario estimular la polarización. En la división del trabajo interno de Juntos ese rol lo encarnará Santilli. Tal vez, la altisonante respuesta el plan el Axel Kicillof de subsidiar viajes de egresados haya sido el estreno de ese traje de duro. Obviamente, seguirá machacando con la inseguridad, trabajo y la educación, pero eso esas son calles que todos transitan. La coordinación con Facundo Manes (que seguirá con su discurso y su perfil relativamente diferenciado) y Graciela Ocaña será con esquema 7 a 1: cada uno recorrerá siete distritos y al final de cada una de esas mini giras se juntarán para una aparición compartida.
Unidos y movilizados
En el oficialismo, la idea de la provincialización de las campañas encarnó a nivel bonaerense en un Kicillof al frente de los actos y como portavoz de los anuncios. Fueron despliegues más “chicos”, sin la necesidad de coordinar tanto con el resto de las tribus del Frente y con Victoria Tolosa Paz en un segundo plano. ”Es más parecida a la campaña de 2019, nos sentimos más cómodos” dicen a su lado.
A Kicillof no le gustó la salida de Paula Español de Comercio Interior, una funcionaria de su riñón. Cree que pagó el costo de un fracaso que en realidad corresponde a Matías Kulfas, el del control de la inflación, para que los precios no se lleven las medidas de estímulo al consumo del bolsillo delos votantes, que además no son tantas. El suplemento en asignaciones que anunció la camporista María Fernanda Raverta sea tal vez el único con impacto electoral posible hasta ahora.
En la provincia, de todos modos, las fichas están puestas en la movilización de los intendentes, y en no repetir bluff como el acto de Nueva Chicago, todo lo contrario a la campaña del Sí que diseñó el catalán Antoni Gutiérrez Rubí. Cuentan que el experto vio el acto con Martín Insaurralde y Kicillof y se agarraba la cabeza con el Presidente Alberto Fernández gritando y el discurso de Emilio Pérsico.
La coordinación de ese despliegue de intendentes la ejerce sobre todo Insaurralde que, cuentan, viene manteniendo una relación muy buena con Kicillof en la gestión.. Eso, de todos modos, para que se tomen previsiones para el futuro. Con n “interventor” en su gobierno, el Gobernador empieza a cultivar relaciones que antes no atendía tanto. Con Fernando Espinoza, por ejemplo, enemigo histórico del caudillo de Lomas en la tercera sección. Ya se vio también con Juan Zabaleta y lo hará en los ´próximos días con Gabriel Katopodis, en la misma línea. Leonardo Nardini contiene intendentes de la primera sección, pero ese paraguas, apuesta Kicillof, no alcanza a proteger a su jefe de Gabinete. (DIB)
Por Andrés Lavaselli