Cristina Fernández de Kirchner ordenó desactivar la interna anticipada que protagonizan por la confección de las listas –y de modo indirecto y mediatizado por la conducción del peronismo- los coroneles de Axel Kicillof y Máximo Kirchner, con un expediente extremo: reasumir, después de declinar el año pasado la posibilidad de una candidatura, la jefatura –o algo muy parecido a la jefatura- de la porción todavía más potente del peronismo, el bonaerense. El primer efecto puede ser el de una pausa en la que tirios y troyanos deberán procesar diferencias que hasta hace medio minuto eran definidas como estratégicas.
El peronismo que alguna vez convivió en relativa armonía bajo el paraguas kirchnerista entró en estado de sordo temblor interno hace 15 días, cuando Andrés “Cuervo” Larroque detonó una carga de profundidad al cuestionar en público al camporismo (a Máximo Kirchner) en su rol de polea de transmisión (los ñatos del WhatsApp) de Cristina, lo que generó respuestas también públicas. Pero hubo otra intervención que sumó zozobra: en un artículo, Horacio Verbitsky describió al “axelismo” como una forma actual del vandorismo y punzó, sin ambigüedades: “Está más claro que nunca que Máximo es Cristina, y que Larroque, Ferraresi, Yasky o Secco son Axel”.
El periodista se ha quejado probablemente con razón de que le atribuyan sin pruebas una especie de vocería informal de la Expresidenta, pero lo cierto es que con justicia o no una de las discusiones de la semana fue si la figura que se insinuaba detrás de sus palabras era la figura de Cristina o la de Máximo. En ese contexto el modo de la intervención de CFK resultó quirúrgico: al hablar como jefa (decir que ella habilitó a que todos los dirigentes peronistas tomen el rol de mariscal pero no para pegarse en la cabeza entre sí es establecer quién y hasta cuándo puede mandar y para qué) asumió una posición de neutralidad en la disputa interna, al menos en lo inmediato.
Las primeras reacciones permiten adelantar una convalidación de la jugada: en el entorno de Kicillof dijeron que reafirmar el liderazgo es “lo que le pedíamos a Cristina”. La razón es sencilla: es una forma de decir que no hay un intento de transferencia del liderazgo a su hijo. Acotar la batalla a La Cámpora, a Máximo en particular, ha sido un empeño del anillo de dirigentes más cercanos al gobernador, aunque solo de algunos de los coroneles territoriales que asumieron la pelea en su nombre. Desde cerca del líder camporista también se mostraron conformes: no eran ellos los que sostenían la idea de adelantaron los tiempos de una pelea que tal vez sea inevitable.
La paz que se logró tiene de todos modos visos de provisionalidad. O de “pax armada”. Es cierto que Kicillof nunca asumió posiciones confrontativas en público y que hoy, en una triple jornada de actos en la que tomó la palabra en los dos primeros, realizados en los territorios aliados de Ensenada y Avellaneda, se limitó a fustigar a Milei y elogiar a Néstor Kirchner. También es verdad que Larroque bajó el tono y después calló. Pero aactores menos formalmente atados a la conducción del Gobernador, como Alak, Secco y Ferraresi, volvieron a poner el dedo en la llaga: dijeron de que debe ser el conductor del peronismo y el candidato presidencial en 2027.
Es la punta de un iceberg que no está claro que vaya a descongelarse. En la semana previa, florecieron las operaciones internas. Si por un lado circuló la interpretación de que la Expresidenta no le asignó mucha relevancia a la pelea porque la entendió como un anticipo de una natural disputa por la lapicera que definirá las listas 2025, por otro en el entorno de Máximo dejaron correr la tesis de que ella misma podría asumir una candidatura a diputada nacional. Desde la trinchera de enfrente, echaron a rodar la idea de que Gabriel Katopodis podría ir a ese lugar, como postulante de conceso. Fueron versiones paralelas, no nacidas una para contestar a la otra.
Agite radical
Ese fuerte ruido peronista tapó otros movimientos internos en la Provincia. Uno lo produjo la porción del radicalismo alineada con Facundo Manes que reunió en Tandil a su bancada de diputados provinciales (el nacional por la provincia Pablo Juliano incluido) con el intendente boina blanca con la ciudad más importante a cargo, Miguel Lunghi. Fue la señal pública del inicio de un proceso de acumulación política que tiene como norte una disputa con el oficialismo que comanda el senador Maximiliano Abad. Para eso ya trabajan en el acercamiento con otros sectores, comenzando por Evolución Radical, de Martín Lousteau.
El propio Abad no se quedó para nada atrás, también movió fichas: en una demostración de fuerzas realizada en Mar del Plata, su ciudad de origen, reunió a su fuerza parlamentaria –legisladores nacionales y provinciales- para establecer que es hoy el grupo unificado más numeroso del partido. Después, emitió un comunicado que es a la vez un programa político: “ni culto a la grieta, ni el país pendular”, dice el título de ese texto, que apunta al trabajo en la Provincia. El propio Abad, al tomar la palabra, habló de lo que ocurrirá cuando “baje la espuma del mesianismo”. Toda una definición. (DIB) AL