Todo comenzó con el posteo de una foto de un tipo muy exótico (y polémico) de pizza. Como “ topping” no tenía jamón, tomate, albahaca ni champignones. Tampoco el controvertido, y trillado, ananá.
Eran unos cuantos trozos de chinchulines que cubrían toda la extensión de la tradicional pizza redonda.
Lo que despertó el debate no fue el extraño ingrediente, típicamente criollo, sobre la italianisima pizza, sino el lugar en donde fue tomada la fotografía, algo que a simple vista no podia detectarse ni deducirse.
El autor del mensaje en Twitter adjudicó, por la costumbre quizás de crear “cosas raras”, al vanguardista barrio porteño de Palermo la innovadora invención que mixtura una achura tipica del “asado argentino”, con la masa más tradicional de la gastronomía de la península itálica.
“De los creadores de Empanadas en frasco y Ensalada sobre azulejos llega la PIZZA DE CHINCHULINES, manga de hijxs de p#ta. ¡Hay que alambrar Palermo!”, dejando exudar todos sus (quizás válidos) prejuicios.
Sin embargo, las respuestas pusieron en contexto y ayudaron con mejor información, a derrumbar ese mito de que solo el barrio “Avant Gard” porteño de Palermo sea el único capaz de crear engendros gastronómicos “out of box”, porque sorprendentemente sumaron data que nos involucra a los bonaerenses en la gestación de la “Chinchupizza“, la cual ni siquiera es un invento nuevo sino que existe hace mucho tiempo.
Tal como varios de los comentaristas debajo de la publicación aportaron, la original pizza de Chinchulines tiene su cuna en el conurbano, más particularmente en Lanús, específicamente en la llamada Parrilla de Juan “El Rey del Chinchulín” cuya especialidad la “Chinchupizza™” lleva incluido el pequeño logo ™ que en inglés es un signo que representa la marca de un producto. Sus siglas significan “Trade Mark” , lo que en español quiere decir “marca comercial”. Este signo también suele usarse para marcas de negocios, incluso para situaciones de litigio en los tribunales.
Por lo tanto la discusión “online” quedó saldada: el invento es bonaerense, específicamente del conurbano y no del Palermo porteño.
Quizás esta confirmación abone ciertos comentarios que rozaban el racismo y adjudicaban esa invención “del infierno” de poner chinchulines sobre una pizza, al genio creativo de las márgenes de la civilización (con ese espíritu despectivo mencionaban al conurbano), y no al “refinado” paladar palermitano que jamás aceptaría entrarle a la Chinchupizza porque, según alguno comentó por alli, se necesita un “maxilar de Rotweiller” para poder hincarle el diente a semejantes achuras que ornamentan tal pizza.