El de esta semana fue su tercer viaje al Vaticano. Al menos visitas documentadas con fotos, sonrisas y besos.
El encuentro inicial se dio apenas dos meses después de la elección de Bergoglio como Papa. El 29 de mayo de 2013, y tras un diálogo fugaz en la audiencia pública en la plaza San Pedro, un desafiante Pablo Moyano aseguraba que el Papa era “peronista y camionero”.El hijo de Hugo había viajado con una tarea ímproba: acompañar a los juveniles de Camioneros que participaban de un torneo de fútbol.
El 8 de noviembre de 2017 volvieron a estrecharse las manos. Esta vez el objetivo del viaje fue inequívoco: enviar un mensaje crítico hacia el gobierno. El dirigente Camionero aseguró que el Papa le había preguntado por su padre, y él respondió: “Estamos luchando contra la reforma laboral”. Desde el Vaticano no llegó desmentida. En cambio se difundió la foto de ambos con una camiseta de Independiente. Moyano sonriente, el Papa circunspecto.
Un año después no hubo saludo en persona, pero sí misa en Luján promovida por los Moyano y oficiada por el obispo Radrizzani, con el sindicalismo opositor en primera fila y una consigna pensada para pegarle al Gobierno con idioma de preocupación social: “Paz, pan y trabajo”. La ceremonia despertó críticas que Pablo enfrentó con su escudo favorito: “La misa no se podría haber hecho sin la venia de Francisco”.
Este lunes el gremialista confirmó su condición de favorito en la Santa Sede.
Llegó invitado y acompañado de otros sindicalistas de reconocida pasión kircherista, Juan Pablo Grey, secretario de Aeronavegantes; Julio Sosa, de La Fraternidad, y Sergio Sánchez, de Peajes. También por Gustavo Vera, secretario y vocero todo terreno de Francisco. Los recibió el obispo Marcelo Sánchez Sorondo, el mismo que hace un año se fotografió junto a Hugo Moyano en la presentación de una “Red Nacional Antimafias”. Parece un chiste, pero no.
La convocatoria tuvo nombre rimbombante: “Cumbre del Transporte Internacional por el Cambio Climático, Tráfico Humano y Nuevas Tecnologías”, y una sede envidiable, la sala central del edificio renacentista Casina Pío IV, en los jardines del Vaticano.
Pero Pablo Moyano no se sintió cohibido ni por lo desafiante del título ni por la historia del lugar y aprovechó para hacer lo que hace cada vez que visita Roma: disfrutar el reiterado privilegio (¿cuántos dirigentes esperan una señal para visitar al Papa pero son ignorados por la Santa Sede?) para dispararle al Gobierno.Incluso con la audacia de amonestar a otros invitados: “Para quienes hablaron antes que yo, muy bueno el informe sobre el cambio climático, muy bueno que se habló de las nuevas tecnologías, pero se olvidaron de los trabajadores…” . Yo vine acá a criticar a Macri, faltó decirles. No fue necesario: enseguida arremetió contra “el gobierno de derecha que favorece a los sectores concentrados”. No lo aplaudieron por su originalidad.
Nada dijo de su pedido de captura, ni de sus procesamientos en la Justicia por lavado de dinero, venta de entradas con sobreprecios en Independiente y las millonarias transferencias de dinero entre el club y las empresas de la mujer de su padre.
Inquieta pero no sorprende. A esta altura nadie ignora que en el Vaticano Pablo Moyano juega de local, protegido por el aura de la Santa Sede y confiado en que, a pesar de ser el lugar indicado, no parecen allí interesados en preguntarle por sus pecados.
Por Gonzalo Abascal
Diario Clarín
excelente nota
Una vez más,la realidad supera la ficción …