Por Virginia Ceratto
Rose de Martin Sherman es una de las pocas obras de esta temporada de teatro que el espectador recordará, sencillamente, con fervor. Dirigida y adaptada sabiamente por Agustín Alezzo, sobre impecable traducción de Cristina Piña, el arcoiris que se brinda cada vez que Beatriz Spelzini abarca el escenario -sin estridencias, desde un austero banco (mérito de Marta Albertinazzi, responsable de escenografía y vestuario)- se convierte en pura ceremonia. Una ceremonia en la que el público se deja devorar por la fascinación del Teatro, porque el compromiso actoral y la consiguiente hondura interpretativa son impresionantes.
El texto es maravilloso y Spelzini está a su altura: como una verdadera Rosa, la actriz desteje acontecimientos como pétalos y nos convida su íntima tragedia de amor y de dolor. De vida. Porque le da cuerpo y alma a esta vieja octogenaria que ha nacido casi con el siglo XX y va y viene entre la chiquita ucraniana cuya mirada devela y se apropia de la cultura judía, pasando por la joven que se enamora en la Varsovia libre y padece luego la brutalidad del nazismo, hasta la anciana propietaria de un hotel/casa de retiro en Miami Beach y que asiste al paso a la adultez de sus hijos con una mirada amante y crítica. Spelzini asume las caras de su Rose, y todas brillan con color propio, como las caras de un cristal de roca, va respirando las heridas de su Rose y sigue adelante, porque como reza un verso de Mario Trejo: “el alba es oficio de sobrevivientes”.
Y si bien el testimonio es por momentos absolutamente cruel, el fino e inteligente humor y la ternura campean en la obra, tanto, que el espectador ya ama a esta anciana a los pocos minutos de apagar la luz de sala.
Y a su vez, la vida de esta mujer que ha perdido y recuperado todo una y otra vez, se amalgama con la Historia y la hace propia. Ella es una respuesta posible a las preguntas de Bretch: “¿quién construyó Tebas, la de las siete puertas? En los libros sólo se mencionan los nombres de los reyes. ¿Acaso acarrearon ellos las piedras? ¿Quién construyó Tebas, la de las siete puertas? En los libros sólo se mencionan los nombres de los reyes. ¿Acaso acarrearon ellos las piedras?”.
Spelzini arranca en cada función cerrados y larguísimos aplausos. Cada vez que sube a escena, Ella reinventa el Teatro.