San Cayetano sirvió para dar cuenta públicamente por parte de la Iglesia Católica, este cuadro social que se agrava día a día en nuestra ciudad. El obispo Marino lo dejó en claro su homilía en la festividad del santo del pan y del trabajo: “En muchos hogares escasea el pan, y son multitud quienes no pueden experimentar el derecho y la dignidad de ganarlo para sí y su familia, mediante el trabajo” dijo el obispo de la diócesis local, dando cuenta de lo relatividad que abarca el discurso oficial y el efecto derrame que no llega sino lo que se expande inexorablemente es la pobreza y la indigencia.
A pesar de la lluvia, miles de fieles se acercaron al Santuario de San Cayetano, para venerar al santo del pan y del trabajo, algunos para agradecer, otros para pedir y otros simplemente “por cariño” a San Cayetano. El lema propuesto por la comunidad parroquial, para este año, fue “San Cayetano, pan y trabajo para la familia”.
El Obispo de Mar del Plata, Monseñor Antonio Marino, encabezó la procesión y la misa que a pesar de la lluvia y con la nota de color aportada por los paraguas, se realizó como siempre, en el escenario montado frente a la plaza del barrio. El santuario estuvo abierto día y noche; hubo misas desde las 0 y durante todo el día los sacerdotes bendecían espigas, ayudados por los diáconos, y también confesaron a los peregrinos que se acercaban.
En el salón parroquial, no sólo vendían artículos religiosos y los “tradicionales pastelitos” sino que regalaban mate cocido a los peregrinos. “El fervor de la fe ha sido mayor que el mal tiempo, y la lluvia no ha logrado interrumpir ni la procesión ni la celebración de esta Santa Misa que realizamos fuera del templo parroquial para provecho de todos. Veo una gran muchedumbre de fieles y mi corazón de pastor se alegra al comprobar que están aquí sostenidos por la fe. Nos convoca San Cayetano en el día de su fiesta, y él, a su vez, orienta totalmente nuestra mirada hacia aquel que fue su Maestro y Señor, Jesucristo”, inició su homilía el Obispo de Mar del Plata.
Luego Monseñor Marino, se refirió a las circunstancias actuales, sobre la falta de fuentes laborales o la precarización laboral. “En muchos hogares escasea el pan, y son multitud quienes no pueden experimentar el derecho y la dignidad de ganarlo para sí y su familia, mediante el trabajo. La actividad pesquera y portuaria, en sus distintos niveles, que significa el principal motor laboral de Mar del Plata, acaba de padecer uno de los peores males: un prolongado conflicto de varios meses ha paralizado la zona portuaria y ha perjudicado a los más débiles dentro de la cadena laboral, dejándolos sin su fuente de ingresos. Damos gracias por el término del conflicto y esperamos que esta solución se afiance desde sus fundamentos, para que no se trate de una simple tregua. Desde la doctrina social de la Iglesia, aquí hay lecciones para todos”.
El Obispo también hizo referencia a San Cayetano, y su incansable trabajo en la renovación espiritual del clero “Es por eso que los invito a rezar hoy por los sacerdotes. Los necesitamos muchos en número. Pero más aún, los necesitamos fervorosos y santos, llenos de celo apostólico, capaces de apacentar, socorrer y alentar al rebaño de Dios que se les ha confiado”.
Por último, el pastor de la Iglesia Católica, instó a los fieles “esta magnífica manifestación de fe, no debe ser una expresión aislada dentro de sus vidas. Que esta celebración solemne del santo sirva para reavivar el deseo, quizás adormecido, de llevar una vida cristiana práctica, mediante la frecuentación de los sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía de cada domingo, la escucha de las enseñanzas de Jesús en su Evangelio, la oración personal de cada día, y la práctica de las buenas obras que expresan nuestra solidaridad fraterna”. “Deseo de que se acreciente en ustedes la conciencia de pertenecer a la Iglesia Católica, quien los ama como Madre. Rezo por todas sus intenciones y necesidades personales y familiares, y por todas las personas que ustedes llevan en el recuerdo de su oración” concluyó Monseñor Marino.
Durante la bendición final, como también es tradición, el Padre Juan Pablo Cayrol hizo levantar en alto las manos de todos los fieles, y luego las espigas y objetos religiosos que fueron bendecidos por el Obispo de Mar del Plata.