Leonardo Favio nació, militó y murió dentro del peronismo, pero descontaminado. Surge así un reconocimiento irreprochable, legítimo y unánime. Es imposible no caer rendido ante semejante personalidad, que nunca agravió y derramó talento más talento. Fue un exiliado durante la Dictadura Militar, desde 1976 a 1983, pero jamás se lo oyó desgarrarse las vestiduras, nunca expuso su condición de víctima.
Tampoco vivió de la ocupación pública rentada. Se abrió camino con las convicciones, en las banderas que lo envolvieron, sin deserciones en su justa partidaria, sin renegar, abrazando a compañeros y adversarios por igual. Su obra está impregnada de peronismo. El general Perón lo deslumbró siempre, y regresó con él en el avión que trajo al país desde el exilio en 1972, al creador del Movimiento Nacional Justicialista. La masacre de Ezeiza, le hizo recordar la violencia de la década y al terrorismo de Estado, que desataron las organizaciones extremistas de izquierda, entre ellas, los Montoneros, dejando la puerta abierta para el mayor genocidio de la historia argentina. Sería descontextualizar, no tener estas referencias contemporáneas a su vida.
Pero Favio fue un aliado del público en general, con su arte y su inteligencia. Hay que ser muy creativo, para que broten películas inspiradas en el pueblo, en sus leyendas, sus personajes y volcarlas con la excelencia que sólo pueden manifestar los elegidos. Indudablemente, Leonardo Favio fue dotado con el don del artista sublime, sólo en su mente pueden concebirse, las más extraordinarias películas argentinas de todos los tiempos.
“Gatica, el Mono”, filmada en 1993, no es considerada como su obra cumbre. Sin embargo es una perfecta pintura de la década del ´50. Del peronismo, de la vida de José María Gatica, un boxeador que se embanderó con el pueblo argentino, y en especial con el justicialismo. La música, la riqueza de los personajes, la pintura de épicos combates pugilísticos, todo ha quedado felizmente grabado para la posteridad. Una obra que no tiene parangón. Toda la producción cinematográfica de Favio es considerada como especial, y cada uno de sus filmes rescatados por sus argumentos, pero fundamentalmente por su dirección, ese toque de distinción que logró con Nazareno Cruz y El Lobo y Juan Moreira, entre otras películas como El Dependiente y el Romance del Aniceto y la Francisca, que tuvo también su versión en ballet, como para extender la magia y el encanto de su arte.
También se inspiró para las letras de sus canciones. Palmo a palmo compitió, sin ser su especialidad, con Sandro, Palito Ortega y Leo Dan. Con sus vinilos rompía récords de ventas y su música fue incorporada por toda una generación, sin condicionamiento. Leonardo Favio sabía transmitir ese lenguaje, que sólo se interpreta en las fibras personales más íntimas. Se lo esperaba hasta la madrugada, miles y miles de personas lo aguardaban, por ejemplo, en el piso de tierra de los parques de diversiones, en los pueblos, ciudades del país y también de Colombia. Es difícil decir cuál ha sido su obra cumbre, como director de cine. Cuál fue su mayor éxito musical, aunque sí “Fuiste mía un verano”, lo lanzó a la fama como cantante y autor.
Hoy el país, ha perdido un baluarte excluyente de su cultura.
Jorge Elías Gómez