Una vez más se vivió la gran fiesta en honor a Nuestra Señora de Lourdes en la Gruta del puerto local, como una verdadera demostración de fe y amor a la Virgen María. También fue un día muy importante, ya que se cumplieron 60 años de la creación de la diócesis de Mar del Plata, acontecimiento que se prolongará con distintas actividades durante todo el año. El obispo diocesano monseñor Antonio Marino, presidió la eucaristía, concelebró con varios sacerdotes de la diócesis y luego presidió la procesión por las calles del puerto.
“Hace sesenta años, el 11 de febrero de 1957, el Papa Pío XII, mediante su bula Quandoquiden adoranda, creaba nuestra diócesis de Mar del Plata junto a otras once diócesis hermanas. Ningún lugar más adecuado para recordar este aniversario que esta Gruta de Lourdes, en coincidencia con el día de la Virgen. Ella es la realización perfecta de la ‘Iglesia santa e inmaculada’, querida por Cristo como su mística esposa, asociada a Él por gracia en la salvación de los hombres. En María contemplamos la realización más alta del Evangelio de Cristo y en ella reconocemos a la madre y modelo de la Iglesia”, inició diciendo el obispo en su homilía.
Sobre la manifestación de la Virgen de Lourdes a Bernardita Soubirous, el obispo remarcó “en la vida de la niña Bernardita, se cumple aquella exclamación de Jesús: ‘Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido’. Según testigos presenciales, durante las dieciocho apariciones ella nada oía de parte de quienes la rodeaban e intentaban preguntarle con curiosidad. Pero su rostro y la intensidad de su oración lo decían todo y lograban conmover y convertir a muchos”.
Para concluir, monseñor Marino manifestó emocionado “lo mejor que hoy podemos hacer al cumplir sesenta años como diócesis es mirar a la Virgen María con ojos llenos de gratitud y estupor. Hacia ella que ante Bernardita se definió como la Inmaculada Concepción. Todos juntos, sacerdotes y diáconos, consagrados y consagradas, seminaristas y fieles laicos, presididos por el obispo. Esta convicción sobre María como espejo y ejemplar de la Iglesia me ha acompañado a lo largo de mi servicio como sacerdote y como obispo. Por eso hace catorce años en mí ordenación episcopal rezaba esta oración, y que ahora al aproximarse el término de mi servicio activo al frente de esta diócesis, repito con renovada convicción: ¡Gloriosa Madre de Dios y su humilde servidora; primera discípula de Cristo; madre y modelo de la Iglesia! Tu misión se identifica con la misión de la Iglesia entera, y en ella se prolonga: traer a este mundo al que es la única esperanza y alegría de los hombres, tu Hijo Jesucristo. Él es engendrado en los corazones de los fieles, por obra del Espíritu Santo que a ti te volvió fecunda. Con las palabras de la más antigua oración de la Iglesia dirigida a tu nombre, te digo con toda mi filial confianza: “Bajo tu amparo, Santa Madre de Dios”.
Luego de la distribución de la comunión, todos los fieles encabezados por el obispo y la imagen de la Virgen de Lourdes engalanada con gran cantidad de flores, se dispusieron a iniciar la procesión por las calles del puerto. La misma recorrió desde la Gruta, continuando por Magallanes hasta la banquina del Puerto y luego retomó por 12 de octubre hasta llegar a la puerta del Hogar de ancianos y enfermos crónicos, que es atendido por las Hermanas de la Divina Providencia y pertenece a la Gruta. Luego retomando por Don Orione, la procesión concluye con la llegada nuevamente al punto de inicio, la bendición con el Santísimo Sacramento, y el canto de adiós a la Virgen.