Monseñor Juan Alberto Puiggari, acompañado del vicario general de la Diócesis, Monseñor Armando Ledesma y de varios sacerdotes de la Iglesia de Mar del Plata, encabezaron este Te Deum, tradicional celebración de la Iglesia, a la que los cristianos recurren cuando quieren dar gracias, pública y colectivamente, por algún acontecimiento.
En su homilía, el Obispo expresó “estamos agradecidos por nuestro país y por las personas que lo forjaron y recordamos también con gratitud la presencia de la Iglesia en aquellos momentos fundacionales. Esos valores se unieron a la sabiduría de los pueblos originarios, y se enriquecieron con las sucesivas inmigraciones; así se formó la compleja cultura que nos caracteriza” y luego remarcó “es necesario respetar y honrar nuestros orígenes, no para quedarnos anclados en el pasado, sino para valorar el presente y construir el futuro. No se puede mirar hacia adelante sin mirar el camino recorrido y honrar lo bueno de la propia historia”.
“Hoy damos comienzo al tercer centenario, los argentinos estamos llamados a dejar las esclavitudes personales sociales y políticas, para adentrarnos en el desierto de nuestra conciencia y purificarla, mucho hay que purificar porque mucho se nos dio y mucho más se nos va a pedir. Este breve alto en el camino y motivo de alegría especial para celebrar el bicentenario nos debe hacer reflexionar qué pasos tenemos que dar los argentinos para proyectar nuestra patria hacia un camino de grandeza, digno del sueño de nuestros próceres” consideró Monseñor Puiggari.
Ante la mirada atenta del intendente municipal y de todos los presentes, y escoltado por una imagen de la Virgen de Luján enarbolada con las banderas argentina y la papal; el Obispo remarcó, “la primera tarea que no puede ser postergada es la reconciliación, nos duele la diferencia y el enfrentamiento entre los argentinos. Urge recrear las condiciones políticas institucionales que nos permitan superar el estado de confrontación permanente que profundiza nuestros males, la situación actual requiere una actitud de grandeza de parte de todo los argentinos, en particular de los dirigentes” y luego en sus palabras se incluyó “también nosotros como pastores nos sentimos interpelados por esta situación y no nos excluimos del examen de conciencia que se deba hacer. Ya lo decía la sabiduría de nuestros criollos, expresada por nuestro poeta “los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera, tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea porque si entre ellos se pelean los devoran los de afuera”. Olvidar lo malo es también hacer memoria”.
Finamente el prelado pidió al Señor “que nos conceda en esta nueva etapa un estilo de liderazgo centrado en el servicio al prójimo y el bien común. Que siempre priorice la persona humana que ha recibido de Dios mismo, una incomparable e inalienable dignidad. Que nos ayude a recuperar el respeto por la familia y por la vida en todas sus formas, en todos sus estados, desde la concepción hasta la muerte natural; especialmente pensando en la vida de los excluidos y los indefensos, también en las familias, lugar efectivo donde se generan los valores más sólidos, se aprende a amar y a ser amados”. “Que podamos afianzar la educación y el trabajo como claves del desarrollo de la justa distribución de los bienes; una tenaz educación en valores y en la formación para el trabajo, unida a claves políticas activas, generadoras de trabajo digno que sea capaz de superar el asistencialismo desordenado que termina generando dependencias dañinas y desigualdades. En definitiva le pedimos hoy al Señor que los argentinos, todos juntos, podamos hacer de esta bendita tierra una gran nación justa y solidaria, abierta al continente e integrada en la región” puntualizó el pastor de la Iglesia Católica de Mar del Plata.