También estuvieron los hermanos de Monseñor Marino, el concejal Héctor Rosso, autoridades militares y algunos empresarios marplatenses como Antonio Cabrales y su esposa, entre otros.
“Cuarenta años abarcan un período muy grande de tiempo, y no es fácil resumirlos en el marco de una homilía. Soy testigo de eventos decisivos para el mundo y para la Iglesia de nuestro tiempo” expresó el Obispo en su homilía y puntualizó que la fecha en la que ingresó al Seminario -1962- fue el año en que el beato Papa Juan XXIII inauguraba el Concilio Vaticano II, “desde entonces hasta hoy, la vida quedó marcada por el estudio de sus documentos y la asimilación del significado de aquel gran acontecimiento”.
Monseñor Marino, recordó a grandes figuras sacerdotales que marcaron su vocación; “el siervo de Dios, Monseñor Pironio, primer rector que provenía del clero diocesano, y a Monseñor Esteva, quienes vinieron a completar en mí lo mucho que yo había recibido de Monseñor Carreras en mi parroquia de origen”. “Mi trayectoria de presbítero en la arquidiócesis de Buenos Aires, transcurrió en tareas y ámbitos diversos, como la parroquia y el aula universitaria; el estudio y la actividad pastoral. Recuerdo con emoción el trabajo con los jóvenes y las misiones en espacios olvidados de nuestra patria. También la promoción de vocaciones y la dirección espiritual de tantos que buscando a Dios se cruzaron en mi camino como ovejas en busca de un pastor, en las cinco parroquias donde fui designado” detalló el actual Obispo de Mar del Plata, sobre su vida sacerdotal; y también remarcó que la docencia fue una dimensión transversal a lo largo de todo este tiempo y un “alimento espiritual”.
“Doy gracias a Dios por todo lo recibido. Le ruego que me regale lo que él mismo me pide y espera de mí para que yo se lo ofrezca como propio. Abarco en mi gratitud a innumerables personas que me acompañaron en mi camino y dejaron en mí una riqueza o una huella de gracia. Mi familia de sangre, junto con la Parroquia de Nuestra Señora de Balvanera donde me formé, han sido los cimientos más firmes sobre los cuales edifiqué el resto de mi vida. A la Santísima Virgen María, quien me acompaña como madre desde mi infancia, vuelvo a confiar el camino recorrido y el que me falta recorrer” concluyó Monseñor Marino.
Al finalizar la eucaristía, cientos de fieles se acercaron a saludar al Obispo quien con alegría pudo brindar palabras de agradecimiento a cada uno de los que lo acompañaron en esta eucaristía.