Los restos de Morena, una pitbull cachorra que murió atropellada en Carlos Pellegrini y Sarmiento, yacen en una plazoleta a una cuadra del Obelisco. Hace 15 días, el hallazgo de sus restos conmocionó a los transeúntes. Y expuso un problema que enfrentan los porteños cuando mueren sus mascotas. Un 70% de la población de la Capital vive en departamentos y no cuenta con un terreno propio para poder enterrarlas.
Quienes prefieren darles un destino diferente a la cremación suelen elegir tierras públicas para enterrar a sus perros y gatos. Por ejemplo, canteros de la General Paz, parcelas junto a las vías del tren o predios como el de la Facultad de Agronomía, relatan los protagonistas.
También hay vecinos que optan por enterrar a los animales de pequeño porte en un macetero grande que luego conservan en el balcón o el patio. Un proyecto presentado en la Legislatura porteña para la creación de un cementerio público de mascotas podría dar respuesta a este problema.
“A mis dos perritos, Pompón y Candela, los enterré en la General Paz. No tengo dónde hacerlo en mi casa”, explicó Ricardo, que actualmente cuida a otras tres mascotas.
Angélica Castillo, una vecina de Villa Urquiza, contó que enterró a Vinnie, la gata de su madre, en un baldío junto a las vías del tren, a pocas cuadras de su departamento. “La seguimos teniendo cerca. A otra que cuidé y quise mucho pude enterrarla en Agronomía. Volvieron a la naturaleza”, describió.
En caso de poder afrontar el gasto, los ciudadanos pueden optar por el servicio de cremación que ofrecen empresas especializadas. Sermón es la que concentra la mayor parte de la demanda; actualmente, cobra por la prestación entre $ 800 (sin devolución de las cenizas) y $ 1100 (en caso de querer recibirlas). El Instituto Pasteur, situado en el parque Centenario, ofrece cremaciones gratuitas, pero no otorga certificados ni la posibilidad de devolver las cenizas.
Fuera de la ciudad, en el conurbano, se abrieron varios cementerios privados que dan la posibilidad de inhumar allí a las mascotas fallecidas. “Contraté el servicio por medio de la veterinaria, retiraron a mi gato de mi domicilio y a la semana me llegó un certificado”, explicó Alejandro Covello.
La Nación