Star Wars: El ascenso de Skywalker ( Star Wars: Episode IX – The Rise of Skywalker, Estados Unidos/2019). Dirección: J.J. Abrams. Guion: Chris Terrio y J.J. Abrams, basado en personajes de George Lucas. Elenco: Daisy Ridley, Adam Driver, Oscar Isaac, John Boyega, Ian McDiarmid, Richard E. Grant, Carrie Fisher y Mark Hamill. Fotografía: Dan Mindel Música: John Williams. Edición: Maryann Brandon y Stefan Grube. Distribuidora: Disney Duración: 141 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena
Todo comienza, por supuesto, con los inconfundibles acordes del gran John Williams, la frase “Hace mucho tiempo en una galaxia muy, muy lejana” y el rodante con enormes letras amarillas que nos explica el contexto de la historia. Un ritual que se inició hace 42 años y que con esta novena entrega llega a su fin. Imposible entonces no ponerse algo solemne y bastante nostálgico con una saga que marcó a varias generaciones de cinéfilos y generó un negocio multimillonario que incluye infinidad de spin-offs, producciones animadas, nuevas series como The Mandalorian y merchandising de todo tipo.
Con J.J. Abrams nuevamente en el guion y la dirección (ya había rodado el Episodio VII, titulado El despertar de la fuerza), y luego de un octavo film (Los últimos Jedi) que, con Rian Johnson al frente, decepcionó a buena parte de los fans, El ascenso de Skywalker resulta un cierre acorde con los deseos de todos: convincente, impecable, cristalino, contundente, eficaz. Pero, al mismo tiempo, parece tan diseñado, tan subrayado, tan calculado, incluso por momentos tan demagógico, que se extraña una dosis mayor de audacia. Una película que ya es parte de la historia grande del cine por darle cierre a una de las sagas más populares del planeta, pero que está lejos de hacer historia por sus atributos estrictamente artísticos. Dicho de otro modo, es casi imposible no conmoverse con ciertas escenas, ante determinadas revelaciones, con los diversos desenlaces que se producen en los últimos minutos, pero en muchos casos esa emoción surge a partir de cuestiones más simbólicas o afectivas que cinematográficas. Sin entrar en detalles ( spoilers) que puedan enturbiar la experiencia más gozosa, puede decirse que Rey ( Daisy Riley) es ahora sí la auténtica protagonista de esta entrega final. Más allá de la permanente tensión entre ella y el Kylo Ren de Adam Driver (que incluye conexiones a distancia, duelos con sables de luz, una contradictoria relación de amor-odio y la tentación que comparten a la hora de acercarse al lado oscuro de la fuerza), es Rey quien carga con el peso dramático del relato para convertirse en una heroína moderna. Sí, hasta la clásica Star Wars se adaptó a las exigencias de estos tiempos.
Como quedó dicho, El ascenso de Skywalker tiene un poco de todo: algunos momentos de heroísmo y humor con los personajes de Finn ( John Boyega), Poe Dameron ( Oscar Isaac) y Lando Calrissian (el veterano Billy Dee Williams), la presencia de los queribles robots (R2-D2, C-3PO, BB-8 y hasta alguna flamante incorporación), los aportes menores pero decisivos de dos mitos como Leia Organa (se reciclaron y adaptaron viejas tomas hechas con Carrie Fisher) y Luke Skywalker ( Mark Hamill), alguna que otra sorpresa como muertos que reaparecen en escena a partir de visiones trascendentales, ciencias oscuras o clonaciones, y las vueltas de tuerca finales que permiten cerrar todos los círculos y que los distintos viajes internos y externos se resuelvan de manera satisfactoria. Así, sin demasiado riesgo ni sofisticación, pero con indudable solvencia y profesionalismo, puede decirse que J.J. Abrams llega a la meta sorteando todos los obstáculos y las presiones en tiempo y forma. Misión cumplida.