Los linchamientos se transformaron en el tema de moda de los medios nacionales. Ahora parecería ser que esto sucedió por primera en Rosario o en diferentes puntos del país. Pero lo cierto es que nuestra ciudad presentó varios casos con aterioridad, inclusive con antecedentes de muerte.
La justicia por mano propia es ni más ni menos que el reflejo de un estado ausente que no realiza los deberes como corresponde y no los solucionará jamás con un mensaje de media hora a través de una Cadena Nacional.
Los marplatenses estamos acostumbrados a observar este tipo de prácticas a menudo. Cuando fiscales y jueces, no aplican de alguna manera el peso de la ley sobre los acusados, automáticamente los damnificados recurren a la justicia por mano propia para de alguna manera tomar revancha por lo que la justicia no llevó a cabo o en su defecto se negó a realizar.
Los primeros casos de esta práctica violenta sin dudas se dieron en nuestra ciudad. La misma donde todo se oculta y hasta parece ser mala palabra decir que Mar del Plata es la ciudad de la provincia de Buenos Aires con más muertos por inseguridad. En lo que transcurrió del año, 19 personas perdieron la vida por intermedio de situaciones delictivas. Y otras tantas sufrieron todo tipo de agresiones y abusos, que en muchos casos, los comprometerán para el resto de sus vidas.
Los linchamientos forman parte de una práctica muy común que ha instalado una sociedad cada vez más violenta. La calle es un hervidero y nosotros formamos parte de ello. Nos irritamos por cualquier cosa y la mayoría de las veces reaccionamos como bestias salvajes ante el menor de los motivos. Algunos argumentan que no solo tiene que ver con la revancha sino con la mala educación, pero en determinadas ocasiones es inevitable, por lo compleja de la situación vivida, no intentar hacer justicia por mano propia.
Los fiscales por su parte, luego de estas expresiones violentas, carecen de testigos, de pruebas contundentes, solo divisan a los malvivientes muertos o brutalmente golpeados y deben cerrar los casos por no contar con las pruebas necesarias ya que el pacto de silencio es inviolable.
Sin dudas esto se debe al descreimiento que existe con respecto al estado, a la seguridad de un país que tambalea hace tiempo, a los fiscales, y sin dudas a la justicia. Ya que los ciudadanos consideran que todo es sobornable en la Argentina y que las garantías que aquella persona que comete un delito pague por el resto de su vida tras las rejas, es solo el fiel reflejo de una buena película norteamericana.
Con respecto al tema, el comentario realizado por el periodista Jorge Boimvaser en Diario Veloz explica fehacientemente el fenómeno del linchamiento en el país de manera clara y precisa.
Un juez de la Corte Suprema dice: “Si un chico le pega o le roba a su madre. ¿Lo mandamos a la cárcel o a un psicólogo?” Una de sus compañeras en la Justicia afirma: “Un chico que delinque debe ser sacado de las calles para evitar que la policía lo mate”. La idea del garantismo es más la de cuidar al que llegó a ese estado por lo que fuera (“ningún pibe nace chorro”, dice un cantante popular), y dejan librado a su mala suerte al resto de la gente.
Entonces se produce lo que ya está pasando reiteradamente en el país. El ciudadano común -cuando puede- hace justicia por mano propia y de lo que no ocupan demasiado ni la policía, ni la justicia ni los legisladores, lo hace la gente aún retrocediendo al salvajismo más terrible de la prehistoria de la humanidad.
No es un estado que solo se da en la Argentina de hoy, también ocurre en los países del primer mundo. Es cierto que cuando somos víctimas de los delincuentes queremos matarlos con nuestras propias manos. Pero una cosa es querer hacerlo y otra llevar a cabo la Ley del Talión.
Nueva Orleans, 2005. La antigua cuna de músicos negros más prominentes de Estados Unidos estaba siendo olvidada por Washington. La indiferencia del gobierno de entonces frente a la miseria y la delincuencia creciente tuvo la gota que rebalsó el vaso, el huracán Katrina y su secuela de casi 2000 muertes y una devastación pocas veces vista en un país supuestamente primermundista.
A la devastación climática le siguió la devastación de la conciencia de muchísimos sectores, aún de clase media. Canalizaron su bronca contenida saqueando y robando lo que continuaba en pié. Igual que en los saqueos de diciembre pasado, una reacción diabólica de gente que no tenía necesidades económicas dio rienda suelta a lo más primitivo del ser humano y se lanzaron por cualquier bien material que encontraban. Un ejemplo de los saqueos en Córdoba demuestra a qué grado llega la alienación del hombre, y no siempre en situaciones límites. Chicos que habían sido abanderados en sus colegios, robando a diestra y siniestra y en el garaje de una lujosa vivienda se hallaron electrodomésticos robados por un matrimonio que maneja una sociedad de fomento en un barrio de “la docta”.
En Nueva Orleans fue tal el estallido de la gente, que ante el desborde a que fue sometida la policía hizo que Bush enviara fuerzas especiales que utiliza en conflictos bélicos (ejércitos privados de ex comandos que contrata el Estado) para poner en orden una ciudad desmadrada.
Una frase de Shakespeare: “Grita ¡Devastación! Y suelta a los perros de la guerra”. La devastación y el hastío de la injusticia social dan lugar a dos situaciones contrarias. Una es la solidaridad de mucha gente que se entrega a ayudar al prójimo, la otra es la terrible… aquellos que aprovechan la situación para sacar a la luz lo más primitivo de la condición humana.
Sin analizar el origen de lo que ocurre en la Argentina (indigencia y “paco” tienen mucho que ver.. nunca la pobreza, sino indigencia y abandono total de gente en condición límite), lo que estás sucediendo con esto de los linchamientos es un primera advertencia que hay cosas que vienen muy feo en el país.
Nos acostumbramos a vivir en esa metáfora de la “puerta giratoria” en la Justicia y en contrapartida se empieza con la aberración de hacer justicia con mano propia.
En el siglo XXI la conciencia del hombre retrocede miles de años.
Tres de los más grandes estudiosos de las costumbres de las sociedades primitivas (Sir James George Frazer, Mircea Elíade y Joseph Campbell) han escrito sobre aquellas sociedades salvajes donde el hombre hacía de la violencia y el estrago una costumbre que les parecía normal en aquellos tiempos.
Creíamos que esos tiempos eran parte de los libros de historia, pero al parecer el inconsciente colectivo al que se refería Carl G. Jung sigue agazapado dentro de cada uno de nosotros.
Basta un “enter” de injustica o Estado ausente para que saquemos de nuestro interior esos perros de la guerra que citaba Shakespeare en una de sus obras.
Primero fue incendiar viviendas de violadores o ladrones barriales. Ahora es linchar a los delincuentes. Los garantistas o abolicionistas de leyes creen que están ganado una batalla, pero están perdiendo una guerra que nadie quiere.
¿Habrá un término medio para detener a tiempo lo que ya está convirtiéndose en una cruel realidad de sangre derramada inútilmente?
Si no se encuentra rápido un equilibrio que no tiene que ver con llevar los chicos al psicólogo (¿y con los más grandes qué hacemos?) corremos el riesgo de llevar al país al borde de un abismo irreparable.
Washington vio a tiempo las consecuencias de abandonar a Nueva Orleans a su suerte y modificó sus parámetros de ayuda social a las ciudades más desprotegidas y vulnerables.
Un aforismo de Lao Tsé que figura en el libro sagrado llamado “Tao Te Ching”: reza: “El hombre inteligente soluciona sus problemas. El hombre sabio los evita”.
Ojala prime la sabiduría en la Argentina antes que todo se salga de cauce
Fuente: mdphoy – Diario Veloz
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