Lavagna como armador es un ejemplo del piquetero en la política. La vara era muy alta, tal vez como su ego (como aseguran pero que no nos consta), para Roberto Lavagna, al cual le entregaron en bandeja (Duhalde cuándo no) Alternativa Federal, Consenso Federal o la franja de peronismo racional ¿existe? Su misión era amalgamar a quienes no querían ni Mauricio Macri ni a CFK. Notorio fracaso no llegó a los 2 dígitos. Fue tercero, pero todos sus votos sumados al segundo, no alcanzan para llegar al 49,6 %. Una formidable manera de bajarse el precio por méritos propios.
Pero es peor aún. Armó para ungir a su hijo (Marco) en Capital Federal, a la mujer de Luis Barrionuevo, Graciela Camaño para seguir como diputada nacional y a Chiche “La Manzanera” preferida de Duhalde en la Provincia. No en vano el ex gobernador y ex presidente, luego de las PASO se debió internar en un spa de Brasil (no iba a ser en Lomas de Zamora), para recuperarse de otro fallido como el ocurrido con Néstor. ¿O lo importante para un político de ese fuste es asegurar la familia de sus socios?
Lavagna no es una decepción sino una defraudación. Rompió todas las coordenadas y a medida que subían las expectativas, se multiplicaba la huida de referentes en los cuales se debía apoyar para construir no para desintegrar. Hasta permitió tangencialmente ubicar en un refugio K a Malena Galmarini, otra mujer, la de Massa en este caso. ¿Son debilidades o debería conocerse el criterio, o tal vez, tiene que ver con los aportes?
Lavagna fue ministro de Economía, cuando Argentina, contó con las mejores condiciones económicas e internacionales de su historia, dólar súper alto (tras Remes Lenicov) tasas menores al 1 % anual en dólares y precios excepcionales de commodities sin antecedentes.
En Mar del Plata logró un envase minoritario para Consenso Federal. Desafortunado hasta en el slogan ridículo de su candidato a intendente, que dejó en evidencias además su falta de talla política. No pudo sumar a un devaluado “Cianito”, o a un aventurero rotulado como socialista y sin votos propios como Anastasía, que terminó abrazado al centro derecha, y a las intentonas de un radical disidente, quien quedó fuera de la cancha en cualquiera de las opciones posibles.
Un cúmulo de irregularidades rodea las próximas y trascendentales elecciones generales, que a esta altura ya ponen en duda su legitimidad. En la práctica, tras haber degenerado las PASO, bastardearon las candidaturas. Ahora el rumbo es consolidar con los votos que se emitirán 27 de octubre, a quienes provienen de listas armadas en procura de obtener fueros, digitar la justicia, borrar procesos originados en causas de corrupción, entre otros deslices que se han conocido.
La liberación de presos considerados políticos supone discrecionalidad, y no ha sido ni conveniente ni oportunamente observado, una alta tensión entre la población carcelaria de presos comunes, cuya reacción puede ser imprevisible e impredecible, y muy seguramente se le complicará a la totalidad de las fuerzas de seguridad. No hay que vender terrorismo, pero existe esa posibilidad. Es latente, y sería importante conocer qué opina el hombre más votado el 11A, que fijó domicilio en México 337, en San Telmo.
La situación social, política, institucional y republicana, pende de una hebra cada vez más delgada y vulnerable. El caso de Roberto Lavagna será paradigmático. Ungido con las luces del mayor esplendor cuando se abrió la carrera presidencial, terminó armando la opción a la grieta llevando como candidato s a su hijo, a la mujer de Luis Barrionuevo y a la esposa de Eduardo Duhalde. Lo cual desde ya no sólo objetable sino hasta repudiable.
Es que Lavagna dejó afuera a Margarita Stolbizer, quizás la figura que surja con mayor fuerza como emergente político de este complicado panorama, inserto en un cronograma electoral que se cumple en medio de una angustiante crisis económica, agravada tras las primarias usadas para evitar las internas partidarias. Peor el remedio que la enfermedad, por las contradicciones que alumbraron luego los resultados de las PASO, que deberían ser replanteadas porque no son ni conducentes ni procedentes. Son gravísimas las consecuencias institucionales que se están dando.
Con Stolbizer apartada, sin los socialistas (que no son demasiados), sin los radicales disidentes casi testimoniales, sin Massa cubriéndose bajo las faldas de CFK, con Schiaretti peregrinando al exterior luego de su triunfo en Córdoba, sin Pichetto (luego de la foto con medias y sandalias en Pinamar) abrazándose a CAMBIEMOS, Lavagna estuvo lejos de consolidar un nuevo modelo con el peronismo adentro, así fue detonando la alternativa a los “dos monstruos” a los que había que derrotar y quedaron en pié.
Se fueron todos no quedó ninguno, salvo Urtubey quien arrancó como para ser vicepresidente de Mauricio Macri. ¿Urtubey? Sí, Urtubey, en Salta, disfrutando con Macedo. Nada para tomar en serio. Como Martín con Jessica, Daniel Osvaldo con Gisela, Martín con Luli o Amalia, José con Vicky, Carlos con Cecilia, Carlos con Soledad, Martín L. con Juana, la historia ha demostrado que el buen gusto y la generosidad de los bolsillos de la política muchas veces han ido de la mano.
Jorge Elías Gómez