Sin interés de ingresar a la crónica policial, lo que el caso Materia deja en relieve es el problema de fondo de la inseguridad. Repetimos una y otra vez que estos niveles de inseguridad son inexplicables sin la complicidad de sectores del Estado y hoy los hechos parece darnos la razón. De nada sirven las cámaras de vigilancia, ni saturar de uniformados la ciudad, cuando parte importante del poder político le brinda a sectores mafiosos, impunidad.
Estos sectores mafiosos cuya actividad va desde la reventa de entradas de los espectáculos deportivos de verano, radicación en la temporada de cuida coches, venta de droga, trata de personas, pungas, venta de protección, secuestros extorsivos, reducción de mercaderías robadas, asaltos a mano armada, etc. cuyo volumen deja a las claras la validación oficial de estas actividades las cuales generan una enorme caja.
Eventualmente se sale a la carga con la baja de la imputabilidad, ¿es que acaso son los chicos los que hacen trabajo de inteligencia para saber cuánta plata tiene una pareja de ancianos y saber que están solos e indefensos?, ¿son acaso los chicos los que arman la redes de trata y prostitución?, ¿son acaso los chicos los que contrabandean sustancias ilícitas y arman los sistemas de distribución?, ¿los chicos trafican armas?, ¿o será que los chicos son el chivo expiatorio y el eslabón débil donde cargar las culpas? , las culpas de una sociedad cuyo umbral de tolerancia hacia la corrupción política es enorme, y que proyecta en forma proporcional sobre sí, una ola descontrolada de violencia.
Cuando la sociedad elige a quienes van a gobernar al Estado, y lo hace sin medir el calibre moral de estos, tarde o temprano termina pagando un alto precio, hay que entender que se vive con lo que se vota, y que luego de elegir no se puede esconder de sus consecuencias.
La crisis de seguridad está inevitablemente relacionada con el poder, poder que no llega por sorteo, los elegimos en democracia y de nada sirve escaparse de la realidad y pretender cargar la culpa al segmento más débil e indefenso y primeras víctimas de las mafias, que son los chicos.
Un largo camino de desaciertos recorrimos para llegar hasta esta situación, y el largo camino a recorrer para revertir esta situación no viene de la mano de la política corrupta, llega únicamente de la mano de un pueblo que no tolere la corrupción, porque hay que entender que la corrupción y la impunidad es como el agua de río, su pendiente comienza en su nivel más alto.
Pablo Aceto