En estos días, una hazaña gestada íntegramente en las redes sociales asombró y conmovió a los argentinos por partes iguales. El “influencer” Santi Maratea que cuenta con un millón de seguidores en su perfil en Instagram logró que unos cuantos de ellos aportasen dinero para comprar un medicamento para Emma, una beba de once meses que padece atrofia muscular espinal.
Su campaña, en la que involucró a famosos como Susana Giménez y la China Suárez, logró reunir dos millones de dólares. “Alcanzamos el objetivo, conseguimos todo el dinero que se necesitaba y compramos el medicamento. Esto pasó ayer y Emmita se está haciendo la prueba de sangre. Apenas se la hacen, viaja a Europa y en dos semanas le dan el medicamento, que se lo aplica. Ya está todo encaminado”, relató el joven, que ya se enroló en otras cruzadas solidarias en sus historias de esa red social….
La magnitud del logro puso en relieve la fuerza que tiene la solidaridad en la Argentina. Pero es Juan Carr, probablemente el principal referente de la materia en el país, quien agrega otros ejemplos, igualmente contundentes, ocurridos en plena crisis por la pandemia.
“El fenómeno de la donación de plasma de quienes padecieron coronavirus para ayudar a atravesar la enfermedad a otros pacientes;la iniciativa Seamos Uno impulsada por empresarios jóvenes donó un millón de cajas de alimentos, la filial de la diócesis de Merlo-Moreno de Cáritas logró sostener 65 ollas populares que le dieron de comer a 300 personas cada una, hubo cientos de jóvenes cuidando y ayudando a los abuelos en la Ciudad de Buenos Aires”, enumera. Y se anima a analizar: “La pandemia fue un examen inesperado pero todos los sectores cooperaron. Es un triunfo cultural de los argentinos”.
Desde el Banco de Alimentos, Marisa Giraldez corrobora la tendencia: “En pandemia la solidaridad creció y creció notablemente. Tuvimos ayudas excepcionales que nos permitieron hacer entregas en forma récord. Pudimos llegar a muchas más personas. Hubo un gran compromiso respecto de los donantes de alimentos y de toda la comunidad que apoyó esta causa”.,
Cifras que avalan el fenómeno
La tendencia no se manifiesta solo en casos puntuales sino en informes recientes. Uno es de noviembre de 2020 y fue realizado por la Universidad Argentina de la Empresa entre habitantes del ärea metropolitana de Buenos Aires. Da cuenta de que seis de cada 10 (un 64 %) consideran que los actos de solidaridad realizados por los argentinos durante la pandemia han aumentado. “Al mismo tiempo dos de cada 3 respondientes (66%) afirmaron haber brindado algún tipo de ayuda solidaria desde la declaración de la pandemia”, sintetiza el estudio.
“Es difícil medir la solidaridad, fundamentalmente, porque en general se hace en función de los que podemos colaborar, sin entender que 4 de cada 10 son gente humilde que tiene más solidaridad que nadie. En 2001 se decía que por cada dólar que se ponía en un barrio, el barrio ponía siete dólares: en materiales y en trabajo”, cuenta Carr.
A la hora de explicar el crecimiento de la solidaridad, Carr habla de que lo mejor de los argentinos surge en momentos de crisis y traza un paralelismo con 2001. “Era esperable que el contexto de pandemia, que implicó no sólo una crisis económica o política, sino una fundamentalmente una social, haya elevado los niveles de solidaridad entre los argentinos, respecto de otras épocas”, asegura Lautaro Rubbi, investigador del Instituto de Ciencias Sociales de UADE.
Por su parte, Constanza Cilley, directora ejecutiva de Voices, coincide con el paralelismo con el 2001 aunque destaca que el porcentaje de gente que hizo trabajo voluntario en 2020 superó el de aquella época.
“Los argentinos tenemos un músculo que funciona bien y se activa en tiempos de crisis. Nos mueve a la solidaridad. Lo habíamos visto en 2001 pero también en situaciones de inundaciones o incendios”, grafica y sostiene también que pesó la mayor disponibilidad de tiempo debido al aislamiento. “El año pasado hubo tiempo vacante y ocupó un lugar importante en la agenda. Muchos más argentinos se dieron cuenta de la desigualdad. Cuando la gente estaba en su casa en el encierro no es tan difícil extrapolar y pensar qué pasa con quienes viven en barrios más carenciados, que tienen familias más numerosas o no cuentan con servicios”, explica, aunque aclara que entre quienes dijeron no haber colaborado, el principal argumento fue la falta de tiempo.