Uno de los argumentos más “democráticos” oficiados por los partidarios del aborto, consiste en apelar a supuestas encuestas de opinión, en las cuales la mayoría de la población aprobaría un eventual proyecto de ley que legalizaría dicha práctica. Independiente de la verosimilitud de dichos guarismos y de supuestos consensos populares (sólo existentes en las fuentes que dicen tener los abortistas), la verdad es que si esa misma encuesta se la pudiéramos hacer a los verdaderos interesados (los niños por nacer), ganaría el NO por el 100% de los votos. Pero acá pareciera que no cuentan los intereses del menor en gestación, sino la buena o mala voluntad de la madre.
¿Hay mujeres que mueren en lugares no habilitados haciéndose abortos? Es verdad y es lamentable. Pero también mueren los ladrones en tiroteos con la policía: ¿tenemos que legalizar el robo entonces?
Eufemísticamente se dice que “la mujer tiene derecho a disponer de su cuerpo”. Coincidimos, con su cuerpo que haga lo que quiera: pero no con el cuerpo de un tercero, que encima tiene nulas posibilidades de defenderse, y como si estos datos fueran insuficientes, además es su propio hijo. Seguidamente aparecen en escena eufemismos tales como que el aborto no es un homicidio sino una “interrupción del embarazo”. Este argumento equivale a decir que Sergio Shoklender no mató a sus padres: “solo les interrumpió llegar a la vejez”.
En caso de violación de la cual se genera un embarazo (curiosamente todas las mujeres que quieren abortar dicen “haber sido violadas” sin tener que probar jamás la violación ni la identidad del violador), va de suyo que entendemos perfectísimamente el horrible episodio y se comprende que la víctima no quiera tener ni criar a la criatura. Pero como a su vez la fortuita y desdichada madre no tiene derecho alguno a matar al menor inocente, ésta tiene la obligación de parirlo y luego goza de la libertad de elegir darlo en adopción. Al mismo tiempo, es el Estado el que tiene que contener afectiva y psicológicamente a la madre, y aparejadamente dar cárcel y castigo ejemplar al depravado.
¿Qué es el aborto finalmente? Sin vueltas tenemos que decir que no es otra cosa que matar al niño por nacer. Por ende, no debería haber galimatías que nos invite a debatir demasiado un asunto tan claro, excepto saber discernir si a la madre abortista una vez consumado el filicidio le correspondería sanción por “homicidio simple” o “agravado por el vínculo”. En lo que a nosotros respecta, consideramos que correspondería el agravamiento.
Nicolás Márquez
La Prensa Popular