Lucio Garay caminaba por la Peatonal, la otrora y querida calle San Martín, punto neurálgico de nuestra ciudad, en aquella época orgullo de marplatenses y turistas (a las 19.00 hs. se vallaban las esquinas adyacentes desde San Luis hasta Buenos Aires (seis cuadras para el deleite de todos quienes la transitaban).
Lucio Garay caminaba por la Peatonal con un amigo, ya no había automóviles y el recorrido era exclusivo de los transeúntes durante las 24 hs.; pero sí, desde hace muchos años y en las sombras, al amparo de galerías señoriales que han perdido su esplendor, de edificios que en sus portones de acceso sirven de refugio a todo tipo de delincuentes a los cuales ni observarlos se puede porque reaccionan con insultos que van del dicho al hecho y potenciados por el alcohol y las drogas, desde la simple “yerba” hasta las más desestabilizadoras como la cocaína y más.
Este chico no volverá a caminar la San Martín; un par de arteras puñaladas infligidas por las patotas habituales que merodean constantemente la zona, se encargó de cercenarle sus sueños de futuro.
Leyendo las noticias de esta mañana tuve la poco feliz idea de intentar ubicarme en cuáles habrán sido sus últimos minutos yendo al Cine Ambassador a lavar sus heridas e intentar cohibirlas. No pudo, sus fuerzas lo abandonaron. Estuve a punto de llorar y lo estoy ahora que me expreso.
A casi 16 horas del desgraciado episodio, sus padres estarán recibiendo los restos y las palabras de consuelo de familiares y vecinos. Como escribí días pasados con el asesinato de la Policía de la Ciudad…”yo sé que ahora vendrán caras extrañas…”.
El problema es recurrente, antes Baez Sosa, la policía que no regresa a su hogar, el pobre Lucio que apenas transitó por la vida al igual que su homónimo de 5 años apaleado por una degenerada madre y su pareja.
¿Qué nos pasa?. En principio casi cuarenta años de una mal denominada democracia que ha subvertido todos y cada uno de los valores éticos de nuestra sociedad. Además una casta política que ha encontrado la veta para satisfacer a pleno sus intereses económicos y otros más bajos aún.
Casi 80 años de anomia y desencuentros nos condujeron a esto.
DUDO QUE PUEDA REVERTIRSE INCLUSO CON RIGOR EXTREMO.
ALBERTO E. VALENTE