Los personajes públicos, más aún los políticos, son carne de cañón para el humorismo: aún en sus momentos más críticos o en instancias trágicas. Si bien en un principio su aspecto casi caricaturesco potenció el trabajo de imitadores que se burlaban de su mirada desviada, con el peso que fue ganando en el tiempo la figura de Néstor Kirchner se convirtió en centro para los comediantes. Por eso, su muerte se transforma también en algo traumático para los humoristas: cómo continuar ahora que el líder ya no está.
Una de las primeras consecuencias, al menos la más directa para Mar del Plata, fue la suspensión el pasado fin de semana de la obra Cazuela de taricos, con la cual el imitador Ariel Tarico, conocido por sus participaciones en Radio Mitre, se burla a su manera de toda la clase política argentina. Pero, claro, si de humor político se trata, este momento es para los Kirchner, así como los ochenta fueron para Alfonsín y su inflación; los noventa para Menem y su fiesta; y ese pequeño intersticio de fines de siglo pasado lo fueron para De la Rúa y su crisis institucional.
Por eso la obra se suspendió, porque la mayoría de las humoradas del imitador estaban dedicadas al ex presidente de los argentinos, pero además esto llevaría a que Tarico tenga que suspender toda su gira y reformular su espectáculo. En primera instancia, con el cadáver aún fresco, era un poco inoportuno seguir con los chistes. Pero hay algo más interesante aún por analizar: qué pasa con el humor político cuando los personajes desaparecen de esta forma, cómo hacer para que esa burla sobre el personaje no sea leída como una celebración de la muerte.
Uno recuerda hace un tiempo el programa Canal K -que fue levantado supuestamente por una burla al Papa Juan Pablo Segundo, aunque el ciclo era excesivamente cuestionador del modelo menemista cuando nadie lo hacía- ponía a Juan Domingo Perón y a Ricardo Balbín en una nube, repensando el país. Era humor, pero también había respeto: los dos íconos más importantes de la historia política del país hasta entonces, uno de cada “bando”, eran utilizados desde su más allá simbólico como comentario sobre el presente.
Por ahora fue la suspensión de un espectáculo, pero no sería de extrañar que a menos de dos meses de que muchas obras debuten en el verano marplatense, varios tengan que reformular sus espectáculos debido a que la figura de Kirchner estaba muy presente en monólogos y sketches. Acaso, la posibilidad sea retomar su figura pero desde otro lado. No obstante, bonito objetivo para el humor: mantener la mirada crítica con respeto ante la tragedia. Algo necesario, ya que la posibilidad de reírnos -siempre que sea críticamente- de nuestra realidad es parte fundamental de la democracia.