En un estadio Polideportivo colmado (cerca de 8.000 personas), la “nº 6” recibió al Griego con el típico cántico “el que no salta es un cordobés”, ni bien entrado a la cancha para hacer el precalentamiento físico. Porque no era una final más para el equipo marplatense. Era la revancha del año pasado, de tratar de sacarse la espina del título perdido en ese mismo estadio hace 12 meses. Porque se encontraban los dos mejores equipos durante todo el año, porque era la final que “todos” querían volver a ver. Tanto para los jugadores como para el público del básquetbol argentino. Una verdadera fiesta.
“Con todas las luces”
La organización de la final se vistió al mejor estilo NBA. Luces de colores detrás del aro que da espalda al grueso de la hinchada de Peña, cámaras por todos lados y mucha prensa para tratar de difundir con lujo y detalle todo lo que sucedía dentro y fuera de la cancha.
El saludo de dos grandes
Sergio Hernández y Oscar Sánchez, con una sonrisa de cada lado, se estrecharon un fuerte abrazo ni bien presentados los equipos. Los bahienses, con larga trayectoria nacional e internacional otra vez en una final.
Dato curioso
La casi nula presencia de simpatizantes de Atenas. Más allá de algunos directivos de la institución, los “bochincheros” cordobeses esta vez estuvieron ausentes.