Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Se presentó en la Sala Piazzolla del Auditorium la obra “Jauría”, que trata sobre una violación grupal de unos gamberras a una chica, en Pamplona.
Podría haber sido un chico, obvio. El texto recoge fragmentos textuales de la instrucción legal que se llevó a cabo en Euskadi y tal vez, dato que no conozco, en algún tribunal de Castilla, dado que la joven era oriunda de Madrid.
En la puesta no hay teatro, ni teatro leído. Hay… eso… una puesta digna, prolija, en la que los actores no actúan, apenas dicen, y en ocasiones con algunos problemas de dicción y proyección de voz notables en una sala con una acústica formidable.
Doy los datos de geolocalización del hecho real, porque considero oportuno aclarar que el grupo, el real, de jóvenes que perpetraron la violación, se autodenominaba “manada”, y solamente por eso se insiste tanto en la obra en ese término, que las feministas, entre quienes me incluyo, deploramos, porque los delitos perpetrados por grupos en manifiesta complicidad no son en manada. Los pobres animales no tienen nada que ver con la conducta humana, en este caso y en otros, claramente patriarcal y machista. Y tal vez, hubiera sido pertinente que, en las grabaciones en off que varias veces son incidentales, se hiciera alusión a esto: esa violación fue perpetrada por muchachotes, no por animales -considerar eso es rebajar a los animales-. Muchachotes… conscientes o no de lo que hacían, seguramente con antecedentes y precedentes, y convencidos de que fue un incidente más, lamentable por haber sido grabado impunemente por ellos mismos con un celular y entonces… qué pena la prueba. Para ellos el error fue la grabación, y para ellos se trató de un error, no de un crimen, no de un delito flagrante.
Delito mayor como los que conocemos, ocurren, en nuestro país, y que en escala menor se ven en muchos colegios, en grado insulto, pero insulto en escalada.
En ese punto, me pregunto con genuina inocencia si la elección del rioplatense fue eso, una elección del director, para espejar a la platea de alumnos que estaban en la platea. Pocos, por el horario. Pero estaban, y tal vez Valente consideró que de esa forma iba a facilitar la comprensión de la gravedad del hecho relatado en el texto por parte del público. La contrapartida es que interpretado con acento castizo seguramente hubiera puesto de manifiesto que estas violaciones ocurren en todo el mundo, como una verdadera pandemia, y de eso sabemos bastante. Puntos de vista.
He escrito que el hecho real fue relatado, y es que el elenco no cambió su interpretación cuando cambian los roles, y tanto decían como victimarios y víctima como cuando cumplían roles de magistrados y fiscal. Una pena.
Evidentemente hubo una buena intención ideológica, política, no diré partidaria, de subir esta obra a un escenario estatal. Y ese cometido se cumplió. No así el del debate, porque los pocos estudiantes que estaban se marcharon cuando finalizó la función, dado que los micros en esta ciudad tienen una pésima frecuencia luego de las 21:00 y muchos de los jóvenes viven en la periferia, que es tan peligrosa como el centro de la ciudad, más después de las 22:00.
No sugiero poner micros especiales, ni que todos los docentes lleven en auto a sus alumnos, como lo hicimos un grupo, pero sí al menos que este tipo de obra se brinde en horario diurno.
De cualquier forma, sirvió para un debate en el aula y eso se agradece.
Ficha técnica. Autor: Jordi Casanovas. Dirección: Nelson Valente. Elenco: Vanesa González, Gastón Cocchiarale, Lucas Crespi, Juan Luppi, Lautaro Bettoni y Julián Ponce Campos.