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Investigador del CONICET local trabaja en el rendimiento de cultivos protegiendo la selva amazónica

El investigador del CONICET Mar del Plata y especialista en ecofisiología de cultivos, Juan Pablo Monzón, formó parte, junto a otros especialistas de Estados Unidos y Brasil, de un artículo publicado en la revista “Nature Sustainability”, donde analizan diferentes metodologías que permitan aumentar la producción sojera sin afectar los tres millones de kilómetros cuadrados de selva tropical brasilera.

En el trabajo publicado señalan el gran desafío al que se enfrentan los países en desarrollo que, al ampliar la superficie productiva para aumentar su crecimiento económico, disminuyen la superficie de bosques y selvas, poniendo en riesgo los ecosistemas y su diversidad.

A ese escenario se suma que los cultivos liberan una gran cantidad de dióxido de carbono a la atmósfera, exacerbando así el cambio climático. Brasil es un gran exponente de esta situación, ya que actualmente es el mayor exportador de soja a nivel mundial gracias al aumento de la superficie cultivable desde 1990.

Para esta investigación, Monzón trabajó en la Universidad de Lincoln-Nebraska (UNL) junto a Patricio Grassini y Jose Andrade. También participaron Luis Antolin, Leticia Gasparotto, Juliano Rosa, Fabio Marin y Evandro Silva de la Universidad de Sao Paulo, Gean Richter, Bruna Ribeiro y Alencar Zanon de la Universidad Federal de Santa María y Rafael Battisti de la Universidad Federal de Goiás. La investigación además involucró a la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), la principal organización de investigación agrícola de Brasil.

En el artículo los investigadores abordan una estrategia gestionada para intensificar la producción en las hectáreas destinadas a la agricultura que permitiría aumentar la producción anual de soja en un 36 por ciento para el 2035 reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero en un 58 por ciento.

Se trata de aumentar los rendimientos de la superficie ya cultivada con soja, realizar un segundo cultivo de maíz después de la cosecha de soja en ciertas áreas y destinar superficies que actualmente se dedican a pastura de ganado para soja, para lo que es necesario producir pasturas más pequeñas para alimentación de animales. Según señala Monzón estas medidas son posibles debido a las características climáticas y productivas de Brasil, además podrían ser aplicadas a otros países en desarrollo que se encuentren frente a un desafío similar.

Para determinar cuánto se podría mejorar el rendimiento en las tierras agrícolas, los científicos examinaron la producción de soja en cuatro regiones clave: la Pampa y la Selva Atlántica a lo largo de la costa atlántica, donde el cultivo de soja ha estado presente durante los últimos 50 años; y en el interior de Brasil definieron las regiones de la Amazonía y las regiones del Cerrado en el interior de Brasil, donde la producción de soja comenzó en el siglo XXI.

De esta manera, proyectaron tres escenarios posibles: “Tendencia actual”, donde continuarían las tendencias existentes; “Sin expansión de tierras de cultivo”, donde se prohibiría la conversión adicional de tierras; e “Intensificación” donde se tomarían medidas para aumentar los rendimientos, fomentar la segunda cosecha y concentrar la producción ganadera.

A partir de los datos obtenidos de las comparaciones entre regiones y escenarios posibles surgió la propuesta de intensificación y aprovechamiento de las superficies ya cultivadas. Monzón señala que estas medidas permitirían lograr un equilibrio razonable entre la producción de cultivos y la protección de ecosistemas frágiles. En concreto, esta estrategia permitiría a Brasil obtener el 85 por ciento de los ingresos brutos proyectados de la soja y el maíz de segunda cosecha y una marcada disminución en las emisiones de gases de efecto invernadero, en comparación con las tendencias actuales.

El análisis publicado se realizó utilizando la base de datos agronómicos “Global Yield Gap Atlas”, que fue desarrollado previamente por Grassini y colegas en Nebraska. Esta herramienta es considerada líder en el mundo por la cantidad de datos agronómicos que posee, incluyendo más de 15 cultivos alimentarios importantes en más de 75 países.

La estrategia propuesta en el artículo es una alternativa ante las moratorias e incentivos que implementó el gobierno de Brasil desde el año 2000 para frenar la deforestación. Situación que se ve actualmente agravada por el aumento de los precios de las materias primas y la presión política para recuperarse económicamente tras la pandemia causada por el COVID-19 y la guerra en Ucrania.

Monzón explica que “sin intervención todos estos factores podrían generar la expansión de la superficie cultivada a 23 millones de hectáreas a costa de selva tropical y sabanas en los próximos quince años. En tanto que la prohibición en el aumento de las tierras destinadas para cultivo no es una opción viable para el país, ya que esto tiene un costo estimado de 447 mil millones de dólares”.

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