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Inteligencia, coraje y talento en ejercicio del periodismo

 

 

Único, incomparable. Haber sido contemporáneo es un sello que acompaña. Llegó el único desenlace previsible. Nos dejó físicamente Jorge Lanata. Difícil momento aunque no inesperado.

Exitoso en medios gráficos, radiales y televisivos, una condición que no se reúne comúnmente. Dueño de un humor ácido, que obligaba a la reflexión y dejaba una enseñanza. Supo en toda su trayectoria lidiar con el poder instalado. Y en su cometido hasta excedió las responsabilidades que le caben a la política, que cobra por ello.

Se siente que nos invade una conmoción pública. Que no ha sido en vano el reconocimiento que siempre aparece a la hora de la muerte. No es este precisamente el caso. Dejó una escuela, que a menudo se sugiere, él fue dueño de un estilo que no puede ser transferido, carece de herederos. Siempre fue a fondo y no sugirió sino que interpeló a fondo al poder.

No siempre recoge plácemes la denuncia o la lucha contra la corrupción. Provoca distanciamientos, neutralización, incomodidades. Convivió en todos los casos, saliendo airoso en todos ellos.

Aún se debe resolver el juicio que le inició al presidente Javier Milei, quien a tres horas del fallecimiento de Lanata, una persona notablemente pública, todavía no se había expresado como casi el resto de un arco político en el cual milita, y también el kirchnerismo. Parece que hay coincidencias, que se tocan a la hora de ser selectivos.

Lanata no fue observado por cuestiones de formas, fue aceptado por ser disruptivo, siempre estuvieron a la altura de las circunstancias. Tuvo fieles y devotos de sus creativas producciones, pero en otros casos no concitaba el interés que siempre intentaba despertar en sus audiencias.

Mantener el encendido durante décadas es sólo un plus para privilegiados, hay quienes ni se arriman parcialmente. El manejo de los contenidos, el miedo como condicionante, son un reflejo que nunca atemperó a Lanata.

Murió un periodista sin filtro. Nació un símbolo.

Jorge Elías Gómez

 

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