No es habitual que un jefe Departamental de Policía sea desplazado por irregularidades cometidas en funciones. Tampoco que provenga de un escalafón que ha cumplido paso a paso. Llegaba desde la Dirección de Investigaciones, clave en los ascensos policiales.
El comisario José Luis Segovia fue aprehendido en conjunto con un grupo de policías, en medio de una investigación por averiguación de ilícito que implicaría secuestro extorsivo y recaudación de dinero. Los hechos atribuidos a Segovia “ocurrieron, primeramente, cuando se desempeñó como Jefe de la DDI local y, posteriormente, como Jefe de la Policía Departamental”.
El recorrido perfecto fue alterando su foja. Los expedientes que acumuló, no hablan precisamente de hechos esporádicos, sino de una cadena. No quedan exentas las complicidades y las protecciones. La política es virtuosa, casi de aplicación religiosa para estos casos.
¿Segovia actuó solo? No parece ser el caso. Hay acuerdos entre gobernación e intendencias de distinto color político bonaerenses. Hay legisladores provinciales que intervienen en los nombramientos y designaciones. Juegan su cuota de poder.
El cúmulo de actividades ilícitas que debía combatir pero que en realidad cometía, desde la presunción del servicio público que debía cumplir, dejó expuestos a los marplatenses a una suerte de zona liberada desde 2021.
El intendente Guillermo Montenegro nos vendía una súper Secretaría de Seguridad, cuando en realidad actuaba en complot con Sergio Berni. Existe una trama de ocultamiento de información y hechos que se ocultan desde la política. Muy posiblemente el tema se agote con Segovia, pero es una red de procederes mafiosos que opera desde hace décadas, y en la que intervienen la política y la justicia.
Los acuerdos políticos y el intercambio de votos por favores, blindan a los participantes que tienen garantizada su inmunidad e impunidad, si fuese necesario.
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