Todos somos diferentes pero ella lo era más. Alguien que no se podrá igualar. Así era China Zorrilla. La conocimos en Dolores. Cuando uno estaba muy fresquito y ausente de casi todo en esto de la comunicación. De igual manera, con audacia, vocación y mucha voluntad, así se ponía uno frente al micrófono de Radio Dolores, para aprender y de pronto cruzarse impensadamente con grandes, como Jorge Luis Borges, Antonio Prieto, Leonardo Favio, Olga Zubarry, Cacho Fontana, a través del aire de su inolvidable Fontana Show y claro China Zorrilla.
Allí fue a actuar a nuestro querido escenario del pueblo, entonces Cine Teatro Rex, hoy reconocido como uno de los primeros del país, y recuperado con el título que le corresponde por historia, Unione. Es cierto, quizás el primero en una historia que comienza en 1877, pero no entraremos en esta discusión, hoy vamos por esa primera indiscutible, en realidad única como personalidad del arte y de la vida, ya que es irrepetible y el molde se quedó perdido por ahí.
Había llegado a la Argentina para unirse a nuestro cine, televisión y teatro. Y afincada ya por 1971/72 en Buenos Aires, pero con una inquietud viajera, con uno de sus monólogos apareció en Dolores, en ese escenario que estaba nuevamente recuperado para la actividad original y para orgullo del pago chico. Previo, su presencia en la radio. Uno ahí se comunicaba, algunas tardes con Enrique Alejandro Mancini, por Continental de Buenos Aires. Puesta en comunicación en este dúplex, el renombrado conductor agradecía este encuentro señalando que “hace tiempo que nos queremos poner en contacto contigo, China, y desde Dolores se produce esta impensada sorpresa”. Y así se dio el diálogo en el que uno apenas se animaba a intervenir, mientras guardaba en su memoria todo lo que estaba ocurriendo en esos minutos por la magia de la radio.
Tiempo después con China estábamos cruzándonos en Mar del Plata, uno siempre con el vicio de la comunicación y ella con idéntica calidad artística y humana. No se olvidaba de ese primer encuentro. Lo recordaba como si lo hubiera compartido con la persona más famosa del mundo. Es que para China, todos éramos iguales, todos éramos importantes. Formábamos parte de su pasar por la vida, una vida de estar siempre sembrando para dar eternamente flores.
Detalle final. Algo más tarde, no hace de esto 10 años, cuando China había ido a ver una obra local para saber lo que aquí en Mar del Plata se hacía, la saludamos, se acordó sin ningún esfuerzo y preguntó por el Director de Cultura de Dolores de entonces, Rubén Etchehoun, también uno de los directores de la radio del pueblo. “¿Qué es de la vida de Etchehoun?”. Habían pasado más de 30 años de aquellos primeros encuentros.
Así era ella y siempre estará adentro de uno, de los que la tratamos en mayor o menor medida. Una estrella a la que seguiremos encontrando con todo su brillo cuando busquemos algunas de esas virtudes propias de los elegidos, con esa grandeza bien entendida que en su accionar nos iguala a todos los mortales. Por eso me permito decirte con ese tuteo al que éramos invitados sin palabra alguna, que todavía andas, no te vas, te quedaste para siempre, querida China.
MIGUEL TOSCANO