Por Virginia Ceratto
(especial para Mdphoy.com)
Nos llama la atención, a algunos convengamos-, el rechazo de, digámoslo, unos pocos, pero bueh, del éxito de la serie y los recitales de Fito con “El amor después del amor”.
Y solamente como intento de explicación de sus cohetáneos: Fito, para los de 60, y me incluyo, fue en su momento no un emergente, sino un Cristo.
Un Cristo.
Flaco, desgarbado, sin madre, signado por la contradicción entre un talento insuperable y una desgracia que se sumaba a la otra. Incluso entre bambalinas profundas del amor: Fabi Cantilo, el amor, sin dudas.
Aquel Fito, joven, como nosotros, se presentaba en los escenarios desgarbado, descarnado, en su propia ceremonia de devoración, diría el gran Fernado Noy, su amigo. Y a quienes sufríamos más, o menos, nos representaba.
Y su ligazón con Fabi fue un hito. Amor y talento, contra viento y marea, contra consumo y tragedia.
Quienes escuchábamos a Fito, ya veníamos escuchando rock sinfónico y, claro, a Charly, a Baglietto, al “Flaco” Luis. A Gieco. A Gal Costa. Ahí había música.
Y ahí había dolor.
Y no hay cómplices para el dolor, pero quienes lo sentimos, lo internalizamos, lo podemos ver.
Y a diferencia de nuevas generaciones, nosotros podemos escuchar a BZR, o a Wos, y emocionarnos con “Arrancármelo”. Pero todo se ha degradado tanto, que no funciona al revés.
Y están los que dicen, y mascullan, que después de “El amor después del amor”, no hizo nada.
Flaco, hacete un disco como ése y después contame.
Fito no necesita hacer nada más y si quiere hacer la nueva versión, es pura generosidad.
Para recordarnos, encima, que superó el éxito y la desgracia y que está madurando y envejeciendo de la mejor manera, y que aquel pibe que hubiéramos querido abrazar como la virgen de La Piedad, se convirtió en hombre que se supera.
Tan elegante, tan súper, tan… Creció.
Un gigante.
Y nos da aliento, y le damos gracias, y sentimos, de verdad, que nos ofreció su corazón.