Durante la noche del martes un nuevo y trágico hecho de inseguridad enluta a Mar del Plata, en esta oportunidad el ayudante de fiscal Arturo Atilio Canale, quién fuera interceptado por al menos una persona cuando ingresaba a su vivienda. Aparentemente luego de un fallido intento de robo, un malviviente le disparó a muy corta distancia, provocándole la muerte minutos después.
El fiscal que interviene en el caso Eduardo Amavet, en lo que respecta al trágico hecho expresó que “pueden llegar a ser dos personas los que interceptaron al fiscal y por ahora no se descarta otra circunstancia, pero por ahora el móvil sería el robo”.
En ese sentido agregó que “estamos recabando información por las cámaras de seguridad aledañas y de esa manera tratar de determinar si fue un robo al voleo. Hay que tener en cuenta que al no haber testigos presenciales es muy difícil saber a ciencia cierta qué es lo que sucedió. Podrían haberlo seguido con un vehículo desde un cajero donde extrajo plata”.
Asimismo Amavet se sinceró con la situación crítica por la que atraviesa la ciudad y aclaró que “a cada sector le pido que haga su autocrítica pero es muy preocupante el tema, no quiero alarmar a nadie pero está difícil. A este paso me parece que los números se van a incrementar “.
Por su parte a la seguidilla de hechos delictivos que se suscitaron en las últimas semanas el fiscal señaló que “no es común que esto suceda, yo no manejo las estadísticas pero los números en cierta manera hablan por sí solos”.
La seguridad es una mesa de tres patas: la Policía, la Justicia y las leyes. Cuando falla una de las patas, la mesa se cae.
La pata que falla es la de las leyes. La Justicia se limita a cumplirlas a rajatabla. La Policía está subordinada a la Justicia.
De modo que el problema es político-ideológico. Los legisladores que la van de “progres” elaboran leyes en beneficio del delincuente, a quien consideran víctima de la sociedad poseedora de bienes, víctima de la no inclusión, víctima del consumismo, etc., etc…
Y la tapa de esa mesa es el sistema carcelario: no hay donde guardar a los delincuentes. Las cárceles están abarrotadas.
La última penitenciaría se construyó en 1960. Fue la de Batán, y entonces se sabía que era un paliativo, tras el cierre y demolición de las grandes unidades penales de Las Heras y Caseros, en Buenos Aires.
Pasaron los años y la escasez de cárceles se resolvió metiendo a los delincuentes en los calabozos de las comisarías. Cuando esto fue prohibido, no había lugar en ningún lado.
Medio siglo después la población argentina se duplicó y la masa delictiva de quintuplicó. Saquemos conclusiones.
No hay ningún político que tenga el coraje de proponer la construcción de nuevas cárceles, por miedo a que los “progres” lo tilden de facho, nazi, gorila, antipueblo y etiquetas similares.
ES LA PATA FALLADA, ES LA MESA INSOSTENIBLE… Y NADIE HACE NADA.