Por Mex Faliero
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Si una dupla marcó a fuego la comedia norteamericana de la última década esa es la que componen Adam McKay en la dirección y Will Ferrell en la actuación. ¿Qué es lo que hicieron diferente al resto? Simple. Tomaron el cine como territorio sólo apto para la comedia: todo aquello que no cause gracia quedará fuera indefectiblemente. Puede ser una sobre corredores de autos, una sobre periodistas o sobre dos hermanastros pasados de edad que se portan como niños. Pero hay algo más: la apuesta al humor es radical. Casi no hay moralejas en estas películas o, si las hay, son totalmente desequilibradas. Y, como elemento fundamental, hay una total libertad en la forma y en la narración, lo que permite que por ahí se pose el espíritu de la screwball comedy lisérgica: qué otra cosa era El reportero. Ferrell es un campeón de la zapada verbal: el tipo empieza a hablar y no para, siempre merodeando el centro del asunto y explotando sus posibilidades cómicas. Y el director sabe cómo manejar esto porque conoce las variaciones del diálogo. Se podría decir que lo que hacen McKay y Ferrell es único hoy por hoy.
Por eso es una gran alegría encontrarse en la sección de comedia del Festival con una película comoIvory tower, del canadiense Adam Traynor. Al igual que McKay-Ferrell, lo que hacen aquí es tomar un ámbito -en este caso el ajedrez- y explotarlo en todas sus posibilidades cómicas. Dos hermanos enfrentados por el ajedrez, pero también por formas de ver la vida: Hershell es casi un hippie, alguien que toma el juego de forma filosófica; mientras que Thadeus es un yuppie que vive esto como pura competencia. Y, como corolario, el segundo se está por casar con la ex novia del primero, una artista conceptual que no parece estar muy cómoda en el rol de mujer del hogar, pero es lo que ha sabido conseguir. Ivory tower cuenta todo esto con un auténtico espíritu ferrelliano -véase si no el aspecto del protagonista Chilly Gonzales-: el film usa este disparador para evadirse, volver, imaginar, satirizar, destruir todas las convenciones y, finalmente, dejar una enseñanza más o menos disparatada.
Pero hay otra cosa más en esta opera primar de Traynor, y que tiene que ver con el elenco, todos pertenecientes a la movida musical canadiense: el propio director forma parte del grupo de hip hop Puppetmastaz; el citado Gonzales es un interesante pianista y cantante; Tiga es productor y DJ; Peaches forma parte del circuito del electroclash lascivo; y Feist es miembro de Broken Social Scene. Esto permite además que Ivory tower, amén de comedia de rematrimonio, película deportiva, comedia absurda y volada, sea también un musical. Porque Hershell tiene como meta la promoción del “chezz jazz”, una especie de free jazz traducido a las reglas del ajedrez, donde no hay ganadores ni perdedores. Esto permite momentos de gran creatividad, con Gonzales improvisando y zapando con sus alfiles, peones, torres y caballos golpeando sobre el tablero. Dadaísmo en estado puro.
Mientras miraba Ivory tower pensaba en lo bueno de una película con Will Ferrell como jugador de ajedrez. Es más, el trío protagónico podría estar integrado por Ferrell, Adam Scott como el hermano y Kathryn Hahn como la mujer en cuestión, siguiendo el molde del film de Traynor. Pero no, Ivory towerestá muy bien así: con un bajísimo presupuesto que se multiplica a partir de las enormes ideas que andan dando vuelta por esta película alocada y feliz, donde hay lugar para la tristeza pero nunca para el drama o la tragedia. Ténganla en cuenta en las sucesivas reiteraciones: ahora me voy a verTiny furniture, a ver si está tan buena como dicen.